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Sugerencia impertinente a Alberto F & Cía

Alberto, Kicillof y Larreta juntos-20200507
Alberto, Kicillof y Larreta juntos | NA

Puede que los tres dirigentes argentinos con más poder e influencia a la hora de gestionar la pandemia estén “enamorados” de la cuarentena. Puede que, en vez de amor, sea espanto ante los efectos sanitarios de flexibilizarla. Puede que no sepan cómo hacerlo. Las posibilidades de miradas al respecto son tan diversas como debatibles.

Alberto Fernández, Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof ratificaron en lo formal y como se preveía la “mano dura” anti-Covid-19 en la zona roja del país, el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Los avala la cifra limitada de expansión viral ante el pico que está llegando. Pero los envalentona también el amplio respaldo que el trío concita según las encuestas que les acercan.

Sería deseable que el presidente de la Nación, el jefe de Gobierno porteño y el gobernador bonaerense no se dejaran llevar por los cantos de sirena de las mediciones de opinión pública. Básicamente por dos motivos.

El primero es la crisis de credibilidad de estos estudios. Por los factores que fueran, en un amplio abanico que va de los errores metodológicos a la manipulación intencional, en la Argentina y el mundo las encuestas no pasan por su mejor momento de fiabilidad desde hace lustros.

Sobran los ejemplos, así que nos limitaremos al más cercano para los tres. Muchos de los encuestadores que endulzan estas semanas los oídos del círculo rojo son los mismos que hace nueve meses no previeron ni de cerca la paliza electoral del Frente de Todos. Mauricio Macri a cuatro puntos… ¿recuerdan?

En esta suerte de dinámica de un déjà vu social eterno tiene su peso la volatilidad de la opinión pública. Esa es la segunda razón de la alerta. Como lo estudió y divulgó el enorme sociólogo Manuel Mora y Araujo, la gente oscila en sus posicionamientos y opiniones. Es un fenómeno mundial. Sin embargo, Mora y Araujo concluía a partir de sus estudios desde el retorno de la democracia que en nuestro país esos volantazos rozaban el paroxismo. “La Argentina bipolar”, la llamó.

Las muestras son tan incontables como las de los sondeos papeloneros. En pocos años, en términos históricos, los argentinos (dirigencia incluida) pasamos de defender a defenestrar el Estado. Respaldamos estatizaciones y privatizaciones con el fervor de un péndulo. De las AFJPs a YPF. Ni hablar de mandar a “lavar los platos” a quienes hacen ciencia, luego ensalzarlos, después recortarlos y ahora endiosarlos. Apenas por citar algunos casos.

De semejante movimiento pendular no escapa la valoración de instituciones como la Justicia, el Congreso, las fuerzas armadas, los empresarios, los sindicatos. Hasta el periodismo, claro. Y, por supuesto, la dirigencia política, con una marcada tendencia repetitiva que arranca en el entusiasmo y suele terminar en el fastidio, por decirlo con diplomacia.

De manera impertinente, sugiero a Fernández, Larreta y Kicillof que atiendan estos antecedentes. En momentos de picos de popularidad hay que saber que, inexorablemente, llega el bajón de las críticas. Si aún falta lo peor, en lo sanitario y en lo socioeconómico, con el diario del lunes la Argentina bipolar puede ser impiadosa.