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Susana, otra apuesta massista de Ganancias

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Política y farándula constituyen dos categorías que en muchas ocasiones se entrecruzan. En la Argentina, este vínculo se convirtió casi en un clásico desde el mismo instante en que el fundador del peronismo eligió a una actriz para cambiar la historia política del país. No nos creamos originales: el país más poderoso del planeta ya tuvo a un actor como presidente y acaba de elegir en ese cargo a un millonario excéntrico que se hizo famoso en un reality televisivo.

La lustrosa cumbre fiestera de Susana, Massa y Moyano Jr. podría sumarse alegremente al frondoso instagram de ese cruce polifarandulero (aunque mi madre siga hablando de álbum de fotos, hay que aggiornarse). Pero resulta interesante contextualizarlo dentro del espacio y del tiempo en que se produce.

Arranquemos por lo más sencillo. Susana Giménez es la principal figura femenina televisiva desde hace mucho tiempo. Pero su poder de convocatoria de audiencias no necesariamente se traduce en influencia política. Es más, abjura de la política. Es de las personas que utilizan el término con una connotación negativa. Por tanto, la historia política de Susana es más bien básica, por decirlo de manera sencilla. Apoyó a Menem porque le caía simpático y su gobierno le permitió ganar muchísimos dólares, y ahora respalda a Macri porque cree que no roba porque ya es rico y que va a sacar el país adelante. Tan básico como eso. Gente que la conoce mucho cuenta que se siente muy sola y Facundo Moyano la distrae, la vuelve a poner en circulación. En teoría, no se da cuenta de la utilización política de la que puede ser objeto. O sí, pero deja hacer hasta que cambie de opinión.

No importa tanto Susana y todo lo que ella ilumina a su alrededor a los ojos de la opinión pública como el juego de Moyano y, sobre todo, el de Massa, decidido a no cejar en su obsesiva carrera para llegar a la Presidencia de la Nación más rápido que tarde. Aunque eso lo lleve a cometer errores garrafales. No está claro aún si uno de éstos no es la serie fotográfica que se muestra en esta edición de PERFIL. Abrazando a Susana. Tomándole la mano a Susana. Susurrándole a Susana. Riendo con Susana. Y no estamos hablando del malhumor que pueden generar esas imágenes en Malena Galmarini, la vehemente esposa del líder del Frente Renovador (presente en el festejo), sino de cuál es la búsqueda política que subyace en el episodio.

La trayectoria de Massa está surcada por cuánto se deja tentar en pos de ocupar el centro de la escena. Tras la desilusión de no llegar al ballottage 2015, se enfocó en aprovechar el poder que da ser polea de gobernabilidad de un gobierno en minoría. Con la cintura política que suele estar en el ADN de cualquier peronista, Massa serpentea entre oficialismo y oposición.

Ese ejercicio –que él mismo califica de “responsable” y el Presidente como de “impostor”– justamente se puso en crisis estos últimos días, a propósito del proyecto unificado de todo el arco opositor, impulsado por kirchneristas y massistas, para cambiar el impuesto a las ganancias. Ciertos estudios de opinión pública reservados concluyeron que una porción de la sociedad rescató el rol de Massa en el intento de reforma como “benefactor” de los sectores salariales más bajos de la escala impositiva. Pero otros, algo más que los anteriores, lo consideraron como un “ventajero”. Y en el denominado “círculo rojo”, a esta última consideración se le agrega el concepto de poca confiabilidad.

Semejante desbalance acaso explique cómo Massa pasó de ser el líder cómodo de todas las encuestas presidenciales por la sucesión K al discreto tercer puesto en el que terminó. Con la vista puesta en 2017 y, sobre todo, en 2019, el jefe del FR intentará acercarse y alejarse del Gobierno cuando le convenga, y unir o no al peronismo detrás de sí cuando le convenga. Macri terminó poniéndolo ahora en un lugar que no le convenía. Y habrá que ver si el pegoteo fotográfico con Susana cambia el eje y lo lleva a otro lugar más conveniente a sus intereses. Diga lo que diga Malena.