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Talento escondido

Bonifatti escribe de lo que sabe: de zoología, de buceo, de leer, de escribir, de pintar, de mirar.

Editores Argentinos publica libros extraordinarios, pero toda su energía se va en ese acto, ya que cuando se trata de difundir lo que hacen merecerían llamarse “Editores preferiría no hacerlo”. Y así siguen sacando sus Kerouac, sus Lamborghinis (ambos), sus Reynaldo Arenas (¡seis libros de Arenas!), sus Milita Molina, sus Thonis en medio de un silencio casi ritual, que parece obedecer a una consigna de grupo hermético, convencido de que su lugar en la historia son las catacumbas hasta que los arqueólogos literarios del futuro los dscubran y se pregunten por qué ese no fue el centro de la literatura argentina de estos años.

Creo que ya escribí varias veces algo parecido sobre la editorial y también sobre el grupo de escritores que allí publican, que se pueden encontrar en la revista Cuarta Prosa, entre ellos Hugo Savino, Mariano Dupont y Laura Estrin. Milita Molina solía decirme lo mismo que Mariano Dupont: que la literatura que hacen, incluso la de los autores que defienden, es demasiado peligrosa para el establishment y que se los ignora por razones estratégicas. Por otro lado, estos escritores practican el lema “si no entendés, no me pidas que te explique” y no suelen aceptar otro comentario sobre los miembros del grupo del que proviene de ellos mismos.

Pero hoy quería hablar de una escritora excepcional que ya había publicado en EA un libro único llamado Cinco años a caballo, que trata, entre otras cosas, sobre sus cinco años a caballo por la Argentina, Chile y Uruguay. Ahora descubrí Comedia biológica (2023), uno de los raros libros de aforismos escritos por una mujer. Está dividido en cuatro capítulos: “La renuncia”, “La muerte”, “Animales” y “Museo”. Los tres últimos hablan de lo que su título indica, pero el primero contiene agudas reflexiones sobre el ser gemela. No sé nada de Bonifatti, salvo por lo que dice la contratapa (que nació en 1967 en Mar del Plata y se graduó como psicóloga en Rosario), pero supongo que tiene una hermana gemela. Por sus escritos imagino que también pinta.

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Bonifatti escribe de lo que sabe: de zoología, de buceo, de leer, de escribir, de pintar, de mirar. Siempre lejos de lo periodístico, siempre con humor (el título es un hallazgo), por momentos críptica, infinidad de veces brillante (Bonifatti es como una María Negroni con genio), muchas veces combativa. Es capaz de escribir cosas como esta: “Oído para la pintura. Hay sordos del ojo que creen que ven porque reconocen temas. Los pintores se dan cuenta de quién ve y quién no. A veces no dicen nada, y menos al amigo que sabe escribir”.

Comedia biológica orbita alrededor de la constelación de estrellas privadas de la autora, a quienes vuelve una y otra vez: Kokoschka, Thonis, Filloy, Murena, Di Benedetto… “Escribir para adelante, no escribir para atrás. Matar la idea redonda”, dice. Es una manera de explicar el vacío que la rodea, igual que otro aforismo: “Cada libro soporta una cantidad finita de lectores. El libro tiene los lectores contados.” Pero observa Bonifatti que en la calesita no hay vacas porque se las considera alejadas de la diversión. Entre los aforismos se intercalan un par de cuentos. Uno de ellos se llama “Rebuzno” y habla de una mujer que lleva un burro a conocer el mar. Debería figurar en cualquier antología del relato argentino. Así de buena es Bonifatti.