Era 2007. Siendo Néstor Kirchner presidente, Capitanich se ufanó de venir a PERFIL porque –dijo– “soy el primer oficialista que se presta a esta extensa entrevista”. Me quedó la idea de alguien con mucha energía, ambición y un alto concepto de sí mismo, que de alguna manera venía a poner a prueba. Imparable recitador, pero no sé si cuenta con la dimensión necesaria para dar vuelta la tendencia decadente del Gobierno. Le pregunté: “Usted es contador, preside la Comisión de Presupuesto y ha dicho: ‘Yo soy un experto con los números’.
"¿Qué representa la matemática en su vida?”. Y Capitanich respondió: “Pasión. Voy a contarle una anécdota: como apasionado de la matemática, me gusta modelizar, y un día estuve en un partido en el que ganaba Argentina 3 a 0 en el primer tiempo y después hizo un gol Brasil en el segundo tiempo. Modelicé lo que llamé ‘modelo de optimización del uso del espacio físico en el rectángulo de juego’. Y se lo llevé a Pekerman, Salorio y Tocalli, quienes me miraron azorados durante tres horas. Hice un análisis estático y dinámico del fútbol tomando a cada jugador como un vector en un espacio de tiempo de 1 a 90 minutos analizando la Teoría de los Juegos, la Teoría del Control, y determinando con una multiplicidad de ecuaciones diferenciales la optimalidad del rendimiento del jugador. Porque el jugador tiene un rendimiento marginal decreciente con el transcurso de los minutos (sic)”.
Los obsesivos pueden ser grandes gerentes, pero los atributos que les sirven para ser perfectos detallistas a veces pueden hacerles perder la perspectiva estratégica.
Hace un mes y medio, por una contratapa que llevaba de título “Cristina no está vencida”, los militantes digitales anti K acusaron a PERFIL de haberse vuelto kirchnerista. Comenzaba así: “Como tantas otras veces, los deseos de muchos por comenzar cuanto antes otro ciclo pueden hacerlos dar por terminado prematuramente al kirchnerismo cuando todavía goza de alguna salud. Decir que el 70% de la gente vota en contra del kirchnerismo es como decir que el 60% de la gente vota en contra de Macri en la Ciudad de Buenos Aires”.
Ahora corresponde hacer notar lo contrario enfatizando que tampoco hay que pensar que Cristina Kirchner resurgió renovada, y muchos menos infalible. El aire puro que le aporta Capitanich en la Jefatura de Gabinete puede terminar desinflándose dentro de un año, o antes, como sucedió con Massa cuando ocupó el mismo cargo, también en una situación de post crisis donde otra vez fue necesario rejuvenecer el elenco gubernamental tras el fracaso de la 125.
Ayer, PERFIL informó que también Sergio Urribarri podría sumarse al Gabinete como ministro del Interior, controlando Florencio Randazzo sólo el Ministerio de Transporte.
Probablemente Cristina esté tratando de encontrar el antídoto al síndrome del pato rengo, que ataca a todos los presidentes en sus últimos dos años cuando no pueden ser reelectos, promoviendo la creación de tantos posibles candidatos presidenciales 2015 para que finalmente ninguno tenga poder ni protagonismo. Quizás logre que nadie haga pie, pero al precio de que su gobierno tampoco pueda hacer pie. Y es más grave no tener un apoyo sólido en el ejercicio del poder que sólo cuando se aspira a él.
Un buen ejemplo es la fobia al plan. Tanto Capitanich como Kicillof se preocuparon por remarcar que no habrá un plan sino doscientas medidas y el uso de múltiples herramientas para que nadie se haga la idea de que se vendrá un cambio. ¿Serán como el tero, que pone el huevo en un lado y grita en otro? ¿O realmente no habrá cambios significativos porque ellos producirían una herida narcisista en la Presidenta? En su reaparición, donde mostró el perrito de Chávez y las flores de Hebe de Bonafini, ¿lo hizo para remarcar “acá no cambiará nada” o para encubrir que acá cambiarán muchas cosas pero trataremos de sobreactuar lo opuesto para disimularlo?
La cuestión de fondo es si con gradualismo el kirchnerismo logra llegar a 2015 sin que la economía le explote. Y aun si esa hipótesis fuera probable, ¿el kirchnerismo se conformará con llegar a 2015 y pasarle los desajustes a quien lo suceda para esperar su fracaso y soñar con regresar en 2019? ¿O pretende irse con gloria e imponer a su sucesor como pudo hacer Lula en Brasil? En este último caso, el gradualismo no es receta.
La receta, si la hubiera, sería un plan antiinflacionario que no sólo no fuera contractivo sino que lograra ser expansivo, promoviendo el crecimiento como el Plan Austral de Alfonsín en 1985, la Convertibilidad de Cavallo en 1991 y el Real de Fernando Henrique Cardoso en Brasil en 1995. Un plan así podría ser vendido como nacional y popular y de matriz diversificada con inclusión.
Pero ese tipo de planes requiere que quienes gobiernan tomen el riesgo de jugar su futuro al acierto de esa apuesta sin retorno, y esos riesgos normalmente se toman cuando ya no queda casi nada que perder. Esa no es aún la situación del kirchnerismo.
También la sociedad adopta aliviada este tipo de planes cuando la crisis ya puso en tal riesgo su economía personal que tampoco tiene mucho que perder. Y ésa tampoco es la situación actual de la gran mayoría de la población.
Más fácil es imaginar que se elegirá el dificilísimo camino de ir reparando el avión en vuelo, lo que limita el grado de corrección que se le pueda aplicar.
Pero con gradualismo tampoco a Capitanich le alcanzaría para posicionarse como futuro candidato a presidente. Vale tomar nota de que la Constitución del Chaco le impide volver a ser reelecto como gobernador en 2015, así que tampoco tiene mucho que perder, y ser un eventual vicepresidente en la fórmula de Scioli tampoco sería una mala salida para él.
La ida de Moreno para fortalecer a Kicillof (su equipo, todos sin corbata, lucía como del PRO) es otra forma de dividir reduciendo el poder de Capitanich.
“Divide y reinarás” será el lema de Cristina 2013-2015, y hasta Massa le resultará funcional para mantener a todos los presidenciables tan frágiles que, por contraposición, ella, hasta con el 20% de los votos, pueda seguir siendo la gran electora.