Salgo tarde para ir a buscar a mi hija al colegio. Una madre vecina me ve apurado y me ofrece alcanzarme con el auto. En el asiento del acompañante se apilan varios CD, uno de ellos de Gillian Welch, lo cual me tranquiliza. No hay como un gusto en común para facilitar la charla banal y obligada con alguien que no conocés. “Qué bueno, ¿te gusta Gillian Welch? Siempre me cayó bien.” La madre me mira raro, como si hubiera dicho alguna de las cosas que habitualmente digo, barbaridades.
—Sí –acepta, con disgusto–. Pero parece que a David Cameron también le gusta.
Cagamos. Me subí a un auto progresista. No respondo, cambio de tema. Estoy entusiasmado porque el mes que viene Bryan Ferry trae una Big Band a tocar acá, en el medio del campo. ¿Quién puede oponerse a eso? No se me ocurre comentario más conservador y benigno. Pero la señora me mira aun peor. Agrego, ya en modo Seinfeld: “No hay ningún problema igual, eh, si no te gusta Bryan Ferry.”
—Antes me gustaba. En la época de Roxy Music. Pero después se puso muy de derecha.
Llegamos al colegio. Me bajo del auto como si estuviera en llamas.
Caminando de vuelta a casa, mi hija me cuenta que está teniendo problemas con una organización maligna llamada Team Plasma. Yo también –pienso–, aunque la mía se llama distinto. ¿Qué tipo de problemas? Team Plasma es la corporación de villanos en los juegos de Pokémon para Nintendo DS. Su misión nominal es liberar a los pokémon –el conjunto de criaturas imaginarias que da al juego su mayor atractivo– porque creen que estos animalitos no son felices viviendo con los humanos.
—Lo que me resulta frustrante de Team Plasma es que: 1) son hipócritas, y 2) no parecen darse cuenta de que son hipócritas.
Ah, es exactamente igual al kirchnerismo. No digo eso. Digo: a ver, dame algún ejemplo.
—N es el hijo del líder de Team Plasma. Te dice que quiere liberar a los pokémon, porque es cruel hacerlos luchar entre ellos. Inmediatamente después, te desafía a un combate entre pokémon, haciendo precisamente lo que dice que quiere evitar. Su plan es invocar a un pokémon legendario para convencer a la gente de que los pokémon deberían ser libres, lo cual carece completamente de sentido, y cree ser el elegido, pero en realidad es egoísta y los quiere para él.
—¿Cómo sabemos que esto es así? Pueden ser sinceros y estar equivocados.
—No. Porque hay un momento en el que Team Plasma encuentra a un pokémon llamado Munna. Dicen que van a “liberarlo” pero lo que hacen es patearlo entre todos. ¡El juego te muestra cómo lo patean! Y al final, lo único que hacen los de Team Plasma es robar pokémon. No liberan a nadie. Es decir que terminan siendo igual que Team Rocket, los villanos anteriores, que eran simples ladrones de pokémon sin todo ese set-up innecesario, que es estúpido.
—Tal vez la idea es hacerlo más complejo, hacerte dudar al principio.
—¿Y para qué? Si el líder de Team Plasma, Ghetsis, después de toda esa introducción larguísima e inútil, arbitrariamente admite que sí, que no importa. Era todo mentira, no me interesa la liberación de pokémon, en realidad lo único que quiero es dominar el mundo, impedilo si podés. Y eso es lo que tenés que hacer para terminar el juego. ¿Para eso sufrimos al principio? ¿Para eso te hacen discutir con Team Plasma y tratar de hacerles entender que están equivocados? ¿Era todo mentira? Es tan frustrante.
Sabemos que hay por lo menos un país en el que esto pasa de verdad, con la consiguiente pérdida de vidas humanas. Pero mi hija no lo sabe ni le importa, y lo bien que hace. Ya nos gustaría que nuestro aprendizaje de la última década hubiera tenido lugar en un juego de Nintendo. Le concedo, entonces, que es una situación muy frustrante, pero no tan inusual. Y le prometo que voy a escribir sobre eso, porque –uno nunca sabe– tal vez le sirve a alguien que esté sufriendo un problema similar.
*Escritor y cineasta.