El tembladeral dentro del kirchnerismo no cesa. Es la consecuencia de los resultados de las PASO, que han golpeado al Gobierno y lo están obligando a enfrentar a un adversario temible: la realidad. Ahora aparece como prioritario el hasta hace poco ignorado tema de la inseguridad que, encima, deja al descubierto las contradicciones que sacuden al oficialismo. La designación de Alejandro Granados como ministro de Seguridad abrió una grieta que la propuesta de bajar la edad de imputabilidad anunciada por Martín Insaurralde ahondó. Entre los sectores progresistas alineados con el kirchnerismo y los del peronismo tradicional ha emergido una puja que venía desde hace tiempo.
En el sálvese quien pueda que se vive allí por estas horas, los intendentes del Conurbano, que son los que luchan por sobrevivir y salvar sus gestiones, tienen la inseguridad como demanda esencial de los habitantes de sus distritos. Algunos, como Hugo Curto, intendente de Tres de Febrero, buscan transformarse en sheriffs de sus comarcas –un verdadero grotesco– haciendo la apología de la mano dura y de la tenencia y el uso de armas. ¿Dónde quedó el plan de desarme impulsado desde la Gobernación? ¿Ahora vendrá la campaña “armas para todos”?
Como siempre ocurre cuando las cosas se encaran a las apuradas y enmarcadas por el oportunismo electoral, todo terminará siendo un parche que dejará pendiente la compleja tarea de buscar y encontrar soluciones al problema de la inseguridad. Lo que ahora está intentando hacer Daniel Scioli hace acordar a lo que planteó Eduardo Duhalde en 1999 cuando, urgido por la elección, echó al entonces ministro de Seguridad, Carlos Arslanian, y clausuró la reforma que pretendía terminar con la maldita policía. Por si alguien lo olvidó, el remiendo impulsado por el entonces gobernador terminó en fracaso.
Alejandro Granados ha dicho que la Gendarmería se quedará para siempre en la provincia de Buenos Aires. Cabe preguntar: ¿por qué sólo en Buenos Aires? ¿Cuál es la razón por la que otras provincias carentes de suficiente personal policial no puedan contar con el refuerzo de la Gendarmería?
Cristina Fernández de Kirchner sigue enojada. En estos momentos los receptores de su furia son el ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, La Cámpora y el así llamado equipo económico, que de equipo no tiene nada.
Randazzo está viviendo un momento particularmente difícil. Al ministro, a quien la Presidenta suele maltratar, le toca la ingrata tarea de enfrentar las consecuencias de la catastrófica situación de los ferrocarriles, producto de la desastrosa y sospechada gestión de Julio De Vido y sus su bordinados Ricardo Jaime y Juan Pablo Schiavi. El enfrentamiento con De Vido es el origen de una feroz interna con operaciones políticas que tienen a maltraer a Randazzo, a quien la tragedia de Castelar obligó a declinar su candidatura a diputado.
El engendro de La Cámpora, por su parte, es fuente de rechazos crecientes dentro del mismo oficialismo. “Son unos incompetentes”, se lo escuchó decir con todas las letras al gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri. La exposición en el Congreso del presidente de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde, incomodó y disgustó a la mayoría de los senadores del Frente para la Victoria. La cara de Aníbal Fernández lo graficó sin disimulo.
Con la economía sucede lo mismo. La presentación del presupuesto 2014 demuestra que el Gobierno sigue apostando a la fantasía. El principal error es que a la inflación se la ignora olímpicamente. Por ende, no hace falta ser un genio para predecir que los males de hoy día se irán ahondando. ¿Alguien se acuerda del operativo “Mirar para cuidar” lanzado por Fernández de Kirchner en uno de sus “Aló Presidenta”? Los acuerdos de precios ¿en qué quedaron?
En la semana que terminó hubo un hecho que marca el “parate” de actividades de importancia. Un ejemplo de ello fue la decisión de Cargill de suspender a su personal de Puerto San Martín, en las cercanías de Rosario. La causa de tal determinación fue la imposibilidad de importar los insumos necesarios para mantener sus quehaceres. En los gremios hay verdadera preocupación por las fuentes laborales que se están poniendo en riesgo.
Tras apagarse las cámaras y los micrófonos en la reunión con los empresarios y sindicalistas convocados al diálogo social –en realidad diálogo casi no hubo y sí, en cambio, un cuasi monólogo de la jefa de Estado–, Fernández de Kirchner dejó claro, con un tono no demasiado amable, que el modelo no cambiaría y que no habría devaluación. Esto último es una falacia más de las tantas que a modo de eslogan repite la Presidenta. Si algo viene haciendo todos los días el Gobierno desde principio de año es devaluar.
En esta voltereta del relato, se difundió ayer la primera parte del reportaje que la Presidenta otorgó a Hernán Brienza. No queda claro cuál fue el objetivo de dicha entrevista, ya que, por lo que se escuchó hasta aquí, no se habló de la inflación, no se habló de la inseguridad, no se habló del cepo cambiario y sus consecuencias, no se habló del fenomenal déficit energético que padece la Argentina, no se habló de la situación crítica de los pequeños productores agropecuarios, no se habló de las dificultades producidas por las restricciones a las importaciones, ni se habló de la corrupción. Por lo pronto, la primera pregunta que deberá responder en la próxima entrega es: “¿Qué cree que le diría a usted esa piba de 20 años que corría en zapatillas por los bosques de Ezeiza?”. Como se ve, un tema trascendente para el presente y el futuro del Gobierno y del país.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.