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dudas sobre el futuro de guantanamo

Tener y no tener

Una de las pocas actividades amenas durante la campaña de un candidato consiste en anunciar cuánto se acercará su país a los valores que el pretendiente proclama, cuando a él le toque presidirlo. Barack Obama había criticado durante las presidenciales el sistema de juicio a presuntos terroristas mediante las llamadas “comisiones militares especiales”, afirmando que no había ningún detenido en Guantánamo que no pudiera y debiera ser juzgado en el sistema normal de tribunales federales.

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Una de las pocas actividades amenas durante la campaña de un candidato consiste en anunciar cuánto se acercará su país a los valores que el pretendiente proclama, cuando a él le toque presidirlo. Barack Obama había criticado durante las presidenciales el sistema de juicio a presuntos terroristas mediante las llamadas “comisiones militares especiales”, afirmando que no había ningún detenido en Guantánamo que no pudiera y debiera ser juzgado en el sistema normal de tribunales federales.

Además, cuando en 2006 George Bush presentó su propuesta ante el Senado, Obama votó en contra y expresó su deseo de que la ley fuese revocada por el Tribunal Supremo. Por si fuera poco, horas después de jurar su cargo congeló por 120 días los casos pendientes en las “comisiones”.

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El 15 de mayo de 2009 dio marcha atrás y aprobó el restablecimiento de ese sistema excepcional de “justicia”. Las “nuevas comisiones” rechazarán la pruebas obtenidas mediante malos tratos, introducirán la autorización para que el preso elija a su abogado militar, la protección a quienes se nieguen a declarar y la restricción del número de testimonios indirectos que pueden presentarse contra los acusados, condición muy importante dado que la mayor parte de las pruebas aportadas contra los únicos tres procesados hasta la fecha fueron versiones de segunda mano. En cualquier caso, los procedimientos distan de los que usaría un juzgado civil o incluso un tribunal militar normal.

“Las comisiones militares tienen una larga tradición en Estados Unidos”, ha descubierto Obama sin ningún entusiasmo, y “son instrumentos apropiados para juzgar a enemigos que violan las leyes de guerra”. También habrá descubierto la hondura del pensamiento de Winston Churchill, quien supo escribir que la política es más peligrosa que la guerra, porque en la guerra se muere sólo una vez. Rob Freer, de Amnistía Internacional, dijo que “no se puede andar remendando un sistema que es esencialmente injusto”, y Zachary Katznelson, director legal de Reprieve –una organización londinense benéfica de acción legal–, inspirado por la pandemia de gripe porcina, que “Obama debe saber que puede vestir al cerdo de rosa, pero que siempre seguirá siendo un cerdo”. Abe Greenwald escribió en la revista Commentary que éste era un buen momento para ser George W. Bush. Minúsculas muertes políticas, en dosis múltiples. Obama habrá murmurado: “¡No es sólo la economía, estúpido!”

Aunque estas comisiones no juzgarán a todos los presos detenidos en Guantánamo (241), sino sólo a algunos de los sospechosos de pertenecer a la red terrorista Al Qaeda –entre ellos al denominado “cerebro” de la operación 11-S, Jalid Sheij Mohamed–, la mutilación de alcance no desalentó al senador republicano Lindsey Graham, responsable de su partido en asuntos de seguridad nacional: “Esta es una buena oportunidad de volver a endurecer nuestra política sobre los detenidos”.

Tampoco al primer secretario de Prensa de George Bush, Ari Fleischer, quien se despachó con que el presidente Obama debe de haberse dado cuenta de que sus críticas de campaña estaban equivocadas, para culminar añadiendo que “con algunos cambios menores está siguiendo la misma impronta que buscó Bush”. Tanta insolencia conduce a la pregunta de si se trata de temor por el propio futuro, o de simple menosprecio por el origen de Obama. No eran ni los interlocutores ni los concepto que el presidente necesitaba oír, aunque se sabe que los que gobiernan son como los astros: brillan, pero no tienen reposo.

Donde hubo sonrisas de satisfacción fue en el Pentágono, cuya tesis de que los detenidos más peligrosos no podrían ser “juzgados con éxito” en tribunales normales, prevaleció a caballo de frenéticos lobbies y de onzas de informes reservados con el sello del Departamento de Defensa. En esta encrucijada ideológica se juega buena parte del saldo de la actual administración norteamericana.

Pero –cuándo no– un chino viene a traer un alivio oportuno a los sinsabores de Obama: Confucio decía que gobernar significa rectificar. Si bien Obama desclasificó material escrito de los juicios seguidos en “Gitmo” –Guantánamo en la jerga periodístico-castrense–, no lo hizo con las fotografías de detenidos sufriendo tratos aberrantes. Refiriéndose al intento de tratar de bloquear la orden judicial de liberar las fotos que muestran abusos a detenidos, el senador republicano John McCain defendió a Obama argumentando que la difusión habría inflamado la opinión antinorteamericana alrededor del mundo. Una de las definiciones de pragmatismo político consiste en aferrarse a que “lo cierto es lo que funciona”. ¿Estarán transcurriendo las vísperas en que ese calificativo le sea asignado a la administración Obama?

Al día siguiente de que el Senado, a pesar de su mayoría demócrata, votara decisivamente denegando los 80 millones de dólares para cerrar Guantánamo, frente a una copia de la Constitución Obama habló ante miembros del Judge Advocate General’s Corps (una institución constituida por oficiales comisionados por las Fuerzas Armadas para participar en tribunales militares), diplomáticos y representantes de grupos defensores de los derechos civiles. “Como presidente, me niego a permitir que este problema languidezca. Nuestros intereses en materia de seguridad no lo permiten. Nuestras cortes no lo autorizarán. Y tampoco nuestra conciencia”. Reafirmando su decisión de cerrar Gitmo, subrayó que “nadie nunca escapó de alguna de nuestras prisiones ‘supermax’ que albergan a centenares de terroristas convictos”. Aunque, por lo visto, no sólo se trata de hablar ante un ejemplar de la Constitución para que el hosco genio de Aladino concrete los mejores deseos.

Georges Clemenceau, aquel célebre político francés que percibió que la ciudad argentina de Rosario hace cien años se quejaba porque la enorme cantidad de impuestos que pagaba a las cajas públicas no le aprovechaba en la proporción de su derecho, dijo que gobernar dentro de un régimen democrático sería mucho más fácil si no hubiera que ganar constantemente elecciones. Pero nadie trata de llegar a ser presidente buscando un empleo sencillo y, dentro de un régimen democrático, hay que ganar constantemente elecciones.