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robos y malditos policias sueltos

Terror en la playa VIP

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Sergio Rubén Cammaratta. DNI 16.619.899. Hijo de Francisco y de Ofelia Fracano. Argentino, nacido el 25 de enero de 1964 en Bragado, provincia de Buenos Aires. Casado. Desocupado. Ex empleado policial. Domiciliado en Calcuta entre Matheu y Robette, de Ostende, partido de Pinamar. Condenado como copartícipe primario del delito de sustracción de persona agravada por la muerte de la víctima en concurso ideal con homicidio simple por dolo eventual en calidad de copartícipe primario, a sufrir la pena de reclusión perpetua, accesorias legales y pago de costas procesales.” (Textual del fallo tras el juicio oral por el asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas. Dolores, 2 de febrero de 2000.)

El día en que Cabezas amaneció incinerado dentro de un Ford Fiesta en una excavación rural de General Madariaga, Cammaratta cumplía 33 años y todavía comandaba el destacamento Valeria del Mar de la Bonaerense. Esa misma mañana, sin que el homicidio de su fotógrafo hubiera cobrado aún estado público, la revista Noticias llegaba a los kioscos con un título en tapa que decía: “Las nuevas formas de robar en Pinamar” y reconstruía una ola de asaltos entre cuyas víctimas se contaron varios ricos y famosos, incluido el intendente, Blas Altieri. En la nota, tanto Altieri como el entonces comisario local, Alberto “la Liebre” Gómez, negaban un incremento de los índices delictivos en el distinguido balneario. El informe fue redactado por Gabriel Michi, con fotos de Cabezas.

A punto de cumplirse 14 años de aquel horror, hay otra ola de robos en Pinamar, Altieri está de vuelta en la Intendencia diciendo que no pasa naranja y Cammaratta surca las calles en una 4x4 bastante más cara que los 40 mil pesos que debió pagar como fianza el 14 de octubre de 2006, cuando le otorgaron la libertad como beneficiario de la ya derogada ley del “dos por uno”, que computaba doble cada año de prisión sin sanción firme. Condenado a reclusión perpetua, Cammaratta estuvo apenas nueve años en prisión por un homicidio alevoso. Ahora cuida la seguridad de pinamarenses y veraneantes desde una empresa privada de alarmas. Se llama S.O.S. O sea: socorro.

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Pero sus antecedentes irían aún más allá de aquello por lo que fue preso. Según pudo establecerse en el voluminoso expediente del Caso Cabezas, Cammaratta por lo menos sabía que otro policía de Pinamar, Gustavo Prellezo, solía reclutar delincuentes comunes en La Plata para que hicieran sus veranos en esa playa VIP. Los alojaba en Valeria del Mar. Cuatro de ellos confesaron haber secuestrado a Cabezas por orden de Prellezo, que sigue en la cárcel, al igual que el comisario Gómez.

Prellezo tenía un sueño: controlar el negocio de la seguridad privada y las alarmas en Pinamar. Para lograrlo, había tratado de seducir varias veces al empresario Alfredo Enrique Nallib Yabrán, en busca de financiación. En una de esas reuniones, Yabrán les sugirió con voz de mando a él y al custodio Gregorio Ríos (hoy con prisión domiciliaria y bajo monitoreo satelital de una tobillera inteligente) que ya no quería ver más fotógrafos merodeando su casa pinamarense ni alterando a su familia. Yabrán se suicidó cuando estaban por detenerlo por la autoría intelectual del crimen de José Luis Cabezas.

Repasemos. En Pinamar había policías que contrataban ladrones. Los ladrones robaban (también asesinaban, por lo visto). Se corría la voz y la gente entraba en pánico. ¿Habría mejor negocio que dedicarse a instalar alarmas? Lo único seguro de esta historia de soberana inseguridad es que no. Pero lo más inquietante, pasados tantos años, surge de sólo animarse a suponer que Cammaratta haya cumplido el sueño de Prellezo, a la vuelta de la vida.

Mucha gente sentirá que, de última, el tipo está adiestrado para evitar que algo malo pudiera suceder.