Piensa, y no se le ocurre nada. Hace dos semanas que falta de Argentina, que abandonó con la irritación de siempre, pero que ya comienza a convertirse en una fuerza gravitatoria irresistible. Como no participa de las redes sociales, no se entera del humor cotidiano, que presupone entre sombrío y soliviantado.
Las noticias que lee en los diarios son completamente desalentadoras: Santiago Maldonado sigue sin aparecer y sobre su suerte no hay hipótesis precisas, lo que aumenta la sospecha de daño colateral de una represión que se salió de cauce. La persona que debe velar por la seguridad de las personas sigue su rumbo errático. Espera que al volver a la patria ya no esté en su cargo.
Lo más alarmante es la reforma educativa propuesta para las escuelas medias de la ciudad de Buenos Aires, que hace de la juventud una zona liberada para la intervención empresarial. Que a alguien se le haya ocurrido que Lengua y Literatura integre un área junto con Educación Física no responde a un ideal greco-latino (mens sana in corpore sano) sino a convertir las competencias lectoras y la conciencia crítica que la lectura pretende sostener como objetivo en equivalentes al insensato lanzamiento de una pelota.
Ya quiere volver, para militar contra esa reforma clasista, tecnócrata, reaccionaria. Aplaude íntimamente a los alumnos que han tomado colegios. Ya le llegará el momento (después de dos conferencias y un congreso) de acompañarlos en su lucha en defensa de la educación sexual y la cultura letrada.
