Los economistas vienen pronosticando un 2011 muy parecido a 2010, aunque con una inflación mayor, cercana al 30 por ciento. El Gobierno hace oídos sordos y actúa según su propia brújula, sabiendo que este año se define o no el recambio presidencial. Hay consumo, 6 millones de personas fueron a veranear a las playas, hay un clima de estabilidad y confianza, no se prevén desastres por delante. Por lo tanto, el más alto poder patea problemas hacia el futuro, los guarda en el ropero, creyendo que así habrá calma y votos. Es la vieja historia de la Argentina: siempre se puede seguir y negar la realidad y que los dilemas lo resuelvan otros o los mismos, si es que les alcanza la imaginación.
¿Cuales son esas situaciones conflictivas?
1) El listado de gastos, según el Presupuesto para este año, supera los 380 mil millones de pesos, casi un 40 por ciento superior a 2010. Pero ese monto no es definitivo porque las expectativas indican que el Gobierno utilizará decretos de necesidad y urgencia o a cualquier decisión para ampliar las partidas. Pero aquí no se cierra la historia. Porque a pesar de los años de crecimiento desde 2003 hasta 2008, el país tiene dificultades fiscales serias. El Gobierno debe recurrir, para financiarse, a la recaudación tributaria, al Banco Nación y a la seguridad social. De nuevo, el Banco Central utilizará reservas para enfrentar la deuda anual. Sin esos recursos que llegaron a 79 mil millones de pesos (20 mil millones de dólares), igual al 5 por ciento del Producto Bruto Interno, las cuentas públicas estarían en rojo. El Gobierno les dio la espalda a las sugerencias del Parlamento y –como advierte un informe del estudio Finsoport– “se ha autoconcedido la facultad extraordinaria de manejar el gasto público, según sus propios dictados”.
2) Pese al discurso industrialista del Gobierno, tenemos la matriz productiva de hace veinte años. En términos generales, como eso no cambia, se viene hablando de la “primarización de la economía nacional”. El país produce bienes primarios y a la hora de analizar las exportaciones, la mayor proporción se la llevan los recursos naturales. Estos son relevantes a la hora de las recaudaciones, pero el país sigue atado a los caprichos de la naturaleza, como altri tempi. Hubo un incremento de la inversión, de casi un 20 por ciento respecto de 2009. Pero dos de cada tres inversiones en maquinaria son importaciones (ganancia que va al exterior y mano de obra extranjera). Esas incorporaciones se concretaron con autofinanciamiento, que es la principal fuente de activos de la mayoría de las empresas, no con ayuda estatal ni de bancos privados. En conclusión, sin capacidad ociosa por la demanda se elige traer las máquinas de afuera en vez de ampliar la producción local. Por su lado, las pyme padecen escaso y complicado acceso al crédito y la competencia de los mercados comerciales clandestinos.
3) El Gobierno no le ha dado importancia a otro proceso que toca la sensibilidad criolla y los bolsillos del Tesoro Nacional: en la actividad empresaria hay un alto nivel de extranjerización. Sólo 500 grandes empresas generan el 22 por ciento del Producto Bruto Interno pero de ese total escasas 176 son compañías argentinas. La devaluación de 2002 facilitó la transnacionalización porque las empresas nacionales les resultaba baratas a los vecinos y foráneos, que saben demostrar su alto poder de competitividad e inteligencia inversora. El sector con alta presencia extranjera es la minería. Sobre cuarenta firmas no alcanzan los dedos de una mano para contar las criollas. Todas juntas enfrentan, en la Argentina, malos sistemas de transporte y poca oferta energética pese a la demanda, donde el Gobierno no ha generado las soluciones que se esperaban.
4) El sistema económico mundial está cambiando a alta velocidad. ¿Hay una agenda oficial de seguimiento día a día, hora a hora, de esas modificaciones drásticas?
¿Ayudan los viajes presidenciales, acompañada por una legión de empresarios? ¿O acaso es necesario un plan intensivo de frecuentes contactos con el exterior, todo el año, explorando previamente las necesidades de otros mercados? ¿No sería conveniente que los embajadores argentinos asuman el papel de vendedores activos, como los funcionarios de Itamaraty, sin invertir tanto tiempo en protocolo y agasajos?
*Periodista especializado en economía.