Respecto al resultado de las elecciones estadounidenses, se puede acudir a la fácil disyuntiva del vaso medio lleno o medio vacío y su conclusión: el vaso está por la mitad. Y aunque la victoria de Joe Biden sobre Donald Trump fue amplia y clara, también puede decirse que la sociedad estadounidense está partida al medio, ya que en política las cifras cuentan relativamente, sobre todo cuando un derrotado candidato de extrema derecha obtuvo más votos que nunca, como en este caso.
Acerca de Trump pueden decirse y se han dicho muchas cosas, incluso que está algo loco (https://bit.ly/perfil-gabetta-donald), pero el dato que importa es que lo votó casi medio electorado de la primera potencia mundial (grosso modo, 71 millones, contra 74 millones a Biden), en unas elecciones con concurrencia récord.
No se trata aquí de la negativa de Trump a reconocer el resultado electoral, ya que todo parece indicar, al menos hasta hoy, que no tendrá efectos concretos. Este domingo, el ex presidente republicano George Bush felicitó a Biden por “su victoria en una lección honesta, con un veredicto claro” (Le Monde, París, 8-11-20), actitud que también han asumido otros republicanos y la mayoría de los medios de comunicación, además de muchos dirigentes mundiales de diversa orientación política. No obstante, algunos dirigentes, como el presidente mexicano Manuel López Obrador, o medios como la cadena CNN, prefieren aguardar la confirmación del Colegio Electoral de Estados Unidos, aunque dan por sentada la victoria de Biden.
De lo que se trata pues es del auge de la extrema derecha estadounidense, aunque por supuesto no son de ese “palo” todos, quizás siquiera la mayoría, de los que han votado por Trump: “(…) se han visto en Michigan milicias armadas hasta los dientes, las mismas que hace poco habían complotado para secuestrar y ‘juzgar’ a la gobernadora demócrata de ese Estado, hasta que el FBI la puso en custodia” (Le Monde, ibid). Eventos que se han repetido en muchas ciudades y Estados y que anuncian una transición complicada.
Por no hablar del auge de la extrema derecha, o de caudillismos populistas que siempre acaban en eso, en casi todo el mundo. Solo en Europa, “fuerzas en su mayor parte de derecha o extrema derecha, arañan o superan el 10% en 22 países, incluso escandinavos (…); superan el 20% en Bélgica, Letonia, Lituania y Suiza y se sitúan por encima del 30% en Hungría, Italia, Polonia, Checoslovaquia y Eslovaquia (…); monopolizan el poder en Hungría y Polonia y participan en coaliciones de derechas en Italia, Checoslovaquia, Bulgaria, Lituania y Estonia (Dominique Vidal y varios autores: “Los nacionalistas al asalto de Europa” L’Harmattan, París, 2020).
En fin, un panorama complejo en el que nada puede darse hoy por seguro, salvo que el futuro es amenazador para las democracias, el orden y la paz mundial. En Estados Unidos, que jugará un rol primordial en este proceso, el próximo presidente no será precisamente un socialdemócrata, aunque comparado con Trump, que lo acusa de “socialista” y hasta de comunista, lo parece. Biden tiene una experiencia de décadas en la administración pública (fue senador y vicepresidente entre otros cargos) y aunque tanto durante la campaña como al conocerse el resultado asumió una inteligente y sincera postura de unidad nacional y prometió retornar a la política internacional de Barak Obama, la oposición interna no le hará fácil la tarea.
Biden tiene además numerosos antecedentes que lo ubican en el centro derecha, detallados en numerosos análisis (https://bit.ly/elecciones-estados-unidos-biden) y hacia los que se inclina la mayor parte del Partido Demócrata, aunque un sector socialdemócrata, liderado por Bernie Sanders, ha ganado un gran terreno en las últimas dos décadas, lo que resulta una promisoria novedad en ese país.
“El pasado ha muerto y el presente es fugaz. Sólo el futuro nos pertenece”, según Nicolás Repetto. La pregunta de siempre, de hoy sobre todo, es cómo será ese futuro.
*Periodista y escritor.