El gobernador Juan Schiaretti quiere ser el candidato a vicepresidente del oficialismo, con Cristina o con Scioli, y está dispuesto a jugar todas las cartas que lo acerquen a ese lugar.
Por un lado, reivindica su pertenencia a la Juventud Peronista de los setenta y su defensa de los derechos humanos. En ese sentido, envió a su mujer a que presenciara la reciente condena perpetua a los ex generales Jorge Videla y Luciano Menéndez, y al día siguiente atribuyó a su gestión la responsabilidad política principal de ese juicio.
Ahora, con el apuro en la demolición de la Casa de las Tejas, el gobernador habilita un negocio para una empresa afin al kirchnerismo a través de Carlos Zannini, el poderoso secretario de Legal y Técnica de la Presidencia. De esta manera, Schiaretti vincula tal vez sin quererlo dos ingredientes que por separado parecen contradictorios pero que juntos contribuyen de manera decisiva a mantener en pie la alianza kirchnerista: los derechos humanos y el llamado capitalismo de amigos.
Claro que esta apuesta de Schiaretti por la escena nacional provoca no sólo críticas en la oposición cordobesa sino el recelo de su mentor político, José Manuel de la Sota, candidato del peronismo para volver a la gobernación en las elecciones de este año. Analistas cordobeses han indicado que De la Sota teme que esta movida de Schiaretti le quite votos en los comicios provinciales.
La demolición de la Casa de las Tejas sin que esté lista la nueva sede de la gobernación, lo cual obliga alquilar oficinas, está siendo criticada por los líderes radicales (Aguad, Negri y Mestre) y por el senador Luis Juez, a tono con el disgusto de vecinos y entidades intermedias.