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La trama entre el juez, Di Zeo y la 12

Todos se ríen ahí abajo

En medio de vaivenes judiciales, el desorden del fútbol y su violencia implícita, el impávido accionar de los dirigentes políticos y deportivos, el turbio espectáculo mediático en torno al caso Di Zeo continúa.

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Cavilaba el juez. “¿Me excuso?”, se preguntaba con el recurso de amparo en la mano. “Dirán que los autorizo a ingresar porque soy de Boca, que alguna vez aplaudí desde mi butaca de la Bombonera la aparición de Di Zeo y los suyos”. Pero si lo hacía, la justicia que merecían los barrabravas llegaría tarde, después del partido. Entre la espada y la pared, estaba el Dr. Calvente. A tal extremo dudó, que se le fueron las horas y el fallo que se animó a dar en nombre de la Justicia, ocurrió lo suficientemente tarde como para impedir la apelación de Racing y del CoProSeDe. Excusarse o proceder con celeridad equivalían a la derrota de los barras.
Bufaba el ministro. “Nos mojan la oreja. Se ríen de nosotros”. Pidió a Gallina en el teléfono. Qué me dice. Que estamos todos locos, ministro. Arslanian discrepó. Nosotros, no. Locos estaríamos si la dejamos pasar. Retíreles la seguridad. Que se acabo, dígales.
Se asombraba el Sr. de la AFA, aplastando el auricular contra la oreja. ¿Cóoomo? Entonces no lo podemos jugar. Y...no, creo que no, pero ése es un tema de ustedes, señaló Gallina. Podían jugarlo con Di Zeo, el juez, y cincuenta mil personas en la cancha. Pero sin policía. Una cosa es “todo pasa” y otra muy distinta “qué va a pasar?”. “Buee, entonces no se juega”, se lamentaba Di Tomaso. “Una vez más perdió el fútbol y ganaron los violentos”. ¿Para esto me expuse cuando impedí el ingeso de los violentos de Racing? ¿No empecé la higiene en mi propia casa? ¿Por qué no se pone el juez en la puerta de los boliches vip a repartir amparos a los que no pueden entrar por ser morochos? ¿Cuál es el bien social que se protege aquí? Quizá pensó en Kelsen. “Un hombre será considerado justo para el orden social, cuando sus actos concuerden con el orden social que se haya considerado justo”. Se sorprendía Macri. Entre la política y el fútbol, en plena discusión sobre el marketing de futuras camisetas, prefirió que hablara su vicepresidente, más entrenado, más cerca de la AFA. Le preguntaron entonces a Pompilio. “Nosotros organizamos los eventos. De la seguridad, incluso del derecho de admisión, se ocupa el Estado”, dijo, y se alejó del micrófono.
Se desilusionaba la televisión. Ya había dispuesto una cámara que apuntara sólo a Di Zeo durante el partido. Había un espectáculo muy televisivo en Di Zeo, allí en la platea, protegido él, por policías. La decisión del juez había inundado las salas de producción y la ansiedad los desbordaba. ¿Quién conoce mejor a Di Zeo? Que lo pongan. Que lo haga hablar. Que reflexione sobre el fallo del juez. Que hable de la decisión de Racing. Si en Boca vio eso alguna vez. Cómo combatiría él a la violencia. A los padres que se acercan con sus hijos a pedirle autógrafos, pregúntenles qué le ven a Di Zeo. Si piensan que podría ser dirigente. Que alguien esté atento por si el juez va.
Se emocionaba Di Zeo. Los guapos también lloran, se justificó secándose las lágrimas. Yo creo en la Justicia. ¿Acaso soy el peor en esta historia? Convocó a los muchachos. Nosotros señoritos, eh. Nos va a ver el país. Hemos llegado muy alto. No desperdiciemos la ocasión. Aún no sabían que su ascenso los había colocado por encima del partido y del propio fútbol. Que el bien protegido sería el único brillo al que podía aspirar el sol en la cancha de Racing.
Aceleraba Platón. ¿Vas vos o voy yo?, le preguntó a Aristoteles a la pasada. Tenemos que retirar la frase “sólo el justo es feliz, y desdichado el injusto”. Hay mucha risa ahí abajo.