COLUMNISTAS
Defensora de Género

Todos, todas, ellas, ellos y la moral guerrillera

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Patriarcado de izquierda. Mario Roberto Santucho, líder del ERP, en una foto con su mujer e hijas. | cedoc perfil

Para todos y todas: con este título entre descriptivo e irónico, el suplemento Domingo del 23 de diciembre ofrece ocho sugerencias de lectura para las vacaciones, cuatro de varones y cuatro de mujeres, “cremallera” varón-mujer-varón-mujer en una página, mujer-varón-mujer-varón en la siguiente. Un igualitarismo prolijo que puede parecer forzado y geométrico, pero que con el tiempo irá invitando a buscar los mejores libros conscientemente entre autores y autoras. No muchos medios sostienen esa pedagogía. Y no faltará quien diga “lo importante es elegir libros porque son buenos, no por el género de quien los escribe”. A prepararse, 2019 es año electoral y habrá paridad en las listas...

Ellas: Y hablando de paridad, aquellas mujeres que accedieron a cargos políticos gracias a la ley de cupo que rige hace más de 20 años comienzan a romper el silencio sobre las muchas formas de violencia y discriminación que sigue imperando en la vida de los partidos políticos (y los movimientos sociales a ellos asociados) y que campea incluso en las bancas legislativas y sus entornos. No solo se han hecho denuncias concretas, sino estudios que muestran lo extendido de esta mala praxis que socava la participación femenina como una advertencia de campo minado, de intromisión en lugar ajeno. El Equipo Latinoamericano de Justicia y Género publicó recientemente un informe que muestra la preocupante dimensión del problema (“Violencia política contra las mujeres en Argentina: experiencias en primera persona”, en www.ela.org.ar). Y PERFIL del domingo ofrece en su sección Política una reveladora entrevista a mujeres de distintos partidos que coinciden en el diagnóstico: la práctica de la política no solo es un camino difícil para las mujeres, sino que es un camino violento y misógino. Los males de la democracia, podemos decir, se curan con más democracia. Pero ellas no se callan más.

Ellos: La sección Ideas del domingo presenta dos columnas de Sergio Sinay y Carlos Gabetta (a la que habría que agregar la del “caballero Asch” en la sección Sociedad) que responden de diversas maneras a la fuerte interlocución que el feminismo (también diverso) está generando en los varones. Nos advierten sobre el machismo de las mujeres, la virulencia y la grieta que está abriendo cierto feminismo sobre todo en las redes, el olvido de la presunción de inocencia en la divulgación de las denuncias, la ceguera de clase en ciertos activismos, la ofensa de varones no depredadores por verse incluidos en un colectivo que se generaliza como violento. Varones en deconstrucción miran con desconfianza un feminismo que no los distingue como amables. Un poco a la defensiva y con pocas ocasiones para el diálogo entre pares, no aceptan sin embargo un silencio cómplice: algo empieza a cambiar entre ellos.

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Moral guerrillera: En El Observador del sábado hay una extraordinaria columna de Aldo Duzdevich que desnuda lo que él mismo llama “el patriarcado de izquierda”, el control de las vidas personales y la moral sexual profundamente conservadora en las organizaciones políticas y armadas de la década del 70. Algo que las investigaciones feministas vienen revelando hace años desde la convicción de que “lo personal es político”, que en muchos testimonios de sobrevivientes y ex presas políticas surge con naturalidad como relato, que en dos películas recientes (El silencio es un cuerpo que cae, de Agustina Comedi, y El amor en la dictadura, de Emilia Faur) encuentra un lenguaje bello y sensible de testimonio casi biográfico, algo de todo eso desamordaza la contracara disciplinadora de los aparatos revolucionarios que en la ejecución de su proyecto emancipatorio han hecho naufragar paradójicamente tantas libertades íntimas.