COLUMNISTAS
dirigentes que hacen agua

Tragedia política

El desastre mortal en Buenos Aires y La Plata hay que explicarlo también desde la crisis de liderazgo. Galería de fotos

LA VUELTA DEL MOTONAUTA Daniel Scioli. Dibujo: Pablo Temes.
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La tragedia desencadenada a partir de las inundaciones producidas por las torrenciales lluvias del martes de 2 abril son consecuencia de los cambios climáticos que vive el mundo y agravadas, en este caso, por la abundancia de las miserias que pueblan el paisaje político del poder en la Argentina. Pocas veces como en ésta, la condición de enemigos con que trata Cristina Fernández de Kirchner a Mauricio Macri y a Daniel Scioli tuvo tanto que ver con las circunstancias que agravaron la dramática situación. La falta de avales en un caso y la demora en otro, para la realización de las obras de los arroyos Vega y Medrano constituyen una realidad innegable.

La actitud del martes del ministro Julio De Vido de chicanear a Macri y solazarse con su desgracia política cesó recién el miércoles, cuando el drama de La Plata crecía minuto tras minuto. El supersecretario de Seguridad exhibiéndose en la zona del Barrio Mitre con libre disponibilidad de la Policía Federal, la Gendarmería y el Ejército, sin ningún atisbo de coordinación con el Gobierno de la Ciudad, era la clara muestra de la intención kirchnerista de dejar solo a Macri. El problema mayor del Jefe de Gobierno porteño no fue que estuviera en Brasil, sino que la mayoría de la gente sintió el desamparo al que lo dejó su gestión. Su aparición en la conferencia de prensa del martes fue penosa. Lo primero que hizo fue querer poner a salvo su responsabilidad política, cuando lo que la gente estaba esperando era ayuda y más ayuda. Creer que con el monitoreo desde el centro de control en Chacarita alcanzaba fue un error de concepto. Se le decía a los afectados que todo estaba controlado, pero ellos no veían funcionarios, policías o alguien que les demostrara cercanía y acción.

Tampoco se lo vio por esas horas a Scioli. Los problemas en el Gran Buenos Aires fueron y siguen siendo graves. Hay quienes lo perdieron todo y tal vez nunca lo vuelvan a recuperar.

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Déficit de infraestructura, falta de previsión, inadecuada planificación, ausencia de acción conjunta, capacidad de reacción demorada y lenta, chicanas, aprovechamiento de la catástrofe para castigar al adversario, son los elementos explosivos que potenciaron la dimensión del drama. Esa es la siembra de tempestades que ha venido estimulando Fernández de Kirchner en sus dos mandatos. Scioli y Macri comparten los defectos de la mayoría de la dirigencia argentina. A eso hay que agregarle que desde el kirchnerismo se busca potenciar esos defectos a fin de destruirlos a los dos. Por lo tanto, los problemas de sus respectivas gestiones se profundizan cada vez más, para alegría de la Presidenta y su entorno y para desgracia de la gente.  

Es difícil de-sentrañar los misterios de la lógica del pensamiento de  Fernández de Kirchner. Pide diálogo, pero habla con muy pocos de los suyos y nadie de la oposición. Reivindica su condición de Presidenta de todos y todas, pero demuestra preocuparse por unos y no por otros. El martes sólo se la vio y se la escuchó en el acto recordatorio del desembarco de las tropas argentinas en las islas Malvinas.

De paso, allí tampoco faltó el germen de la división, uno de los emblemas del kirchnerismo. Algunos ex combatientes fueron dejados de lado. Todos merecen igual reconocimiento. Parece que ese concepto es ajeno al pensamiento presidencial. Recién el miércoles, Fernández de Kirchner se abocó al tema de las inundaciones. Fue cuando se inundó La Plata. Antes, había mandado a De Vido a castigarlo a Macri.

La Jefa de Estado entonces visitó el barrio de Tolosa, en La Plata, porque allí vive su madre. Tolosa fue la zona más afectada por la tragedia, pero no fue la única. Después visitó el Barrio Mitre, en la Capital. Esa área fue muy castigada por el temporal, pero no fue la única. La Presidenta prescindió de la compañía de Scioli en un caso y de Macri en el otro. Al Jefe de Gobierno porteño, directamente ni lo llamó.

La sociedad argentina asiste así a una tragedia que se ve notablemente agravada por la tragedia política que hoy vive nuestro país. El área metropolitana que componen el Gran Buenos Aires y la Capital Federal constituye un conglomerado urbano de intereses y necesidades comunes que exige el trabajo conjunto de la Provincia y la Ciudad  con la coordinación y supervisión de la Nación. Esa labor mancomunada es parte esencial de la buena política, ausente de este presente que vive la Argentina.

Hoy lo que abunda es la mala política en donde casi todo se hace en función del relato. El apresuramiento del Gobierno para decir que la inundación en La Plata era un invento de los medios hegemónicos ilustra lo disparatado de creer que la realidad es producto, no de la contundencia de los hechos, sino de la manipulación de las palabras.

El problema de esa concepción es que se alteran profundamente las prioridades. Cuando lo que importa es el relato en pos de la búsqueda desenfrenada del poder total, lo que importa es la declaración altisonante para destruir al adversario y la profusión de propaganda para ensalzar lo propio. Es lo que intentó hacer el Gobierno con Macri. Es lo que quiso hacer el intendente de La Plata, Pablo Bruera, con su lamentable mensaje publicado en su cuenta de Twitter.

El drama de toda esta desastrosa conjunción es que quien siempre paga las consecuencias es la ciudadanía. Es lo que atestiguan las muertes de esta tragedia.
 

Producción periodística: Guido Baistrocchi.