Vaya uno a saber qué es lo que ve Stone cuando visita la quinta de Olivos y disfruta de la compañía de nuestra Presidenta. Qué es lo que mira cuando dispone las cámaras en busca de Castro o Chávez. Por supuesto que a la prensa y a los allegados les expresa toda su admiración por los mandatarios locales pero, en realidad, más allá de las declaraciones, no sabemos qué es lo que ve y piensa.
Para saberlo hay que ir al cine. Oliver Stone hizo tres películas que tienen como protagonistas a otros tantos presidentes norteamericanos: John Kennedy, Richard Nixon y George W. Bush.
La primera, JFK, trata del informe Warren sobre el asesinato de John Kennedy. Muestra el poder criminal de los sectores de la derecha norteamericana conformado por la CIA, el FBI, los grupos anticastristas de Miami, los racistas del sur de los EE:UU, el conglomerado de lo que Eisenhower bautizó como el “complejo militar-industrial norteamericano”. La película se centra sobre la investigación del fiscal de Nueva Orleans Jim Garrison. Es éste quien resume en una frase el sentido subjetivo de la película: hoy me avergüenzo de ser norteamericano.
Nixon es una de las grandes películas de la historia del cine. Es una obra maestra y una expresión de pensamiento político de una rica complejidad. Hay dos frases que muestran el dolor del presidente. Una de ellas, cuando se lamenta porque su pueblo no lo ama, por el modo en que lo desprecia. Un confidente le dice que jamás logrará ser estimado porque la gente piensa que no tiene la sonrisa y la cara en el mismo lugar al mismo tiempo.
Este rictus forzado es magistralmente interpretado por Anthony Hopkins. La otra frase la dice al final de la película cuando frente a un retrato de John Kennedy se amarga con esta verdad: cuando el pueblo te ve, ve lo que desea ser, cuando me ven a mí, ven lo que son. El hombre que hace ingresar a la China al mundo de las grandes potencias, que hace la paz con los rusos por los acuerdos Salt, y que pone fin a la guerra de Vietnam es despedido en los comienzos de su segunda presidencia por lo que llaman “una ratería de tercera clase”.
Hombre detestado en su tiempo, es homenajeado en su entierro por la corporación política en su conjunto que deja que el presidente Clinton exprese los debidos honores.
W es una película fallida, quizás la haya hecho a los apurones en vistas a las recientes elecciones y con la finalidad de mostrar la decadencia y la vulgaridad del personaje. No hay heroicidad en W., no hay tragedia, apenas algún resentimiento. Los conflictos familiares que con tanto cuidado e inteligencia fueron mostrados a propósito de Nixon, aquí apenas rozan la caricatura.
En las tres películas resalta el aspecto siniestro de la sociedad norteamericana, representado por los grupos de influencia que arman intrigas para colocar en la cúspide a quien represente la voluntad de poder y la codicia de un imperio fascista. Sin embargo se despega del infantilismo maniqueo que ignora las contradicciones de este mismo poder, y la grandeza de algunos condenados por el oportunismo progresista.
Pone en escena el sistema de odios de la sociedad norteamericana de quienes aborrecen a Martin Luther King por ser un mujeriego disfrazado de puritano; a los que odian a los Kennedy por ser unos snobs hechos a la medida de una fortuna non sancta; a los revanchistas que le espetan a Nixon su pasado macartista sin reparar que enderezó los entuertos militares y las guerras iniciadas por sus antecesores demócratas; a la doble faz de la corporación política que aplaudió de pie los desastres iniciados estos últimos años por G W. Bush y que ahora se persigna sin pudor. Muestra el funcionamiento del sistema que en Nixon es calificado como un “animal salvaje”, y resalta el aspecto trágico de los presidentes hundidos y frustrados cada vez que quieren cambiar algo en la carrera financiera y militar de este caballo desbocado.
Stone por ahora no hará una película sobre Barack Hussein Obama. De filmarse hoy sería un dibujo animado, algo así como La noche de las narices frías y La cenicienta, una creación de Dysney. Todos los que todavía soñamos con un mundo mejor, aún bailamos esta nueva Oda a la Alegría que nos ha regalado el pueblo norteamericano en las últimas elecciones.
Pero esta cuarta y futura película sobre un nuevo presidente norteamericano, difícilmente nos hará olvidar las tres anteriores. Suponemos que el sector reaccionario del Partido Republicano, la derecha evangelista, los lobbys anticastristas y proisraelíes, los intereses petroleros, los del Pentágono no desaparecerán por la inesperada emergencia mágica del brillante autor de The audacity of hope. Los geopoliticólogos y los especialistas en relaciones internacionales tienen una visión cínica de la historia. Los mecanismos objetivos que limitan las situaciones y determinan las conductas de los hombres, los hacen sonreir ante los idealismos que prolongan la ficción de una historia con grandes personajes.
Pero los líderes no vienen solos sino con equipos, y los “staffs” coordinados toman en cuenta los intereses contrapuestos de grupos de poder y tejen redes de conveniencias heterogéneas. El jefe dirige la orquesta de acuerdo a un talento aplicado para sacar lo mejor de cada uno y estimular el comportamiento colectivo. Estas verdades no provienen de los manuales de marketing y de las banalidades de la literatura sobre liderazgo, ni de tratados de la conducción de antiguos teóricos de la guerra, ni de la eterna dinámica de grupos o de los amantes de las cosmovisiones estratégicas, sino del funcionamiento de los actores en un mundo de megaorganizaciones.
Obama, en principio, tampoco viene solo, parece que lo rodea una estructura clintoniana que no ha perdido sus contactos con el establishment norteamericano. No es un mago que cambiará el mundo con sus buenas intenciones. Para comenzar porque hay muchos que no quieren que cambie. Además, porque no tiene el poder suficiente para hacerlo.
Lo que su aparición ofrece es un cambio cultural, con esto nos referimos a la aparición de un mensaje distinto, de palabras diferentes, de nuevos ideales. Es una nueva dirección que sin duda tendrá desviaciones y consecuencias no previstas.
Por lo pronto Stone tendrá la lente de su cámara enfocada en otras direcciones, lo que es una suerte, ya que por lo general espera el momento trágico del ascenso y de la caída de un hombre con poder, el momento en que el sueño se convierte en pesadilla o melodrama.
*Filósofo.