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Tres luceros

En el cielo pasan cosas raras. No, no es el título de una comedia musical Dios libre y guarde, ni es que yo crea que la Corte Celestial se dedica a hacernos trampas y carantoñas. Pero que hay cosas raras, las hay.

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En el cielo pasan cosas raras. No, no es el título de una comedia musical Dios libre y guarde, ni es que yo crea que la Corte Celestial se dedica a hacernos trampas y carantoñas. Pero que hay cosas raras, las hay. No me digas, Etelvina, que un cometa por ejemplo, no es una cosa muy rara. Lo es.  Pueden darnos explicaciones cientifiquísimas esos señores muy serios que miran para arriba con un telescopio, pero sigo pensando que un cometa es una cosa muy rara tipo pavo real celeste con cola de brillantes que se nos pasea por sobre las narices y a veces se queda bastante tiempo como para que nos maravillemos. Y lo del otro día, caramba, eso sí que fue estupendo. Tres luceros, tres. ¡Claro que los vi! Mirá si me los iba a perder. No me molesta levantarme a las cinco de la matina ni salir al jardín (casi abrigada porque fresco estaba, y mucho) a mirar hacia el este, es decir hacia el este-sudeste, y ahí estaban los tres, la Luna, Júpiter y Venus, como de parranda a la salida de un boliche comentando vaya una a saber qué vicisitudes cósmicas.  Era cierto lo que decían los diarios y la TV y las radios: se los veía sin necesidad de binoculares. Se me ocurrió que tal vez los selenitas y los habitantes de Venus y de Júpiter tendrían binoculares con los que estarían vigilándome y diciendo algo así como “Mirala a la pavota esta espiándonos desde su jardín”. Sí, ya sé que no hay selenitas. De Venus no sé porque me gusta Venus la de Bradbury (y eso que las pavadas romanticonas de Bradbury nunca me gustaron salvo las Crónicas marcianas que no son ni pavadas ni romanticonas), llena de lluvia y de desesperación. Quedan mis ganas puestas en Júpiter. Pero ya sabemos, también lo dicen los diarios, revistas, etc., que la ciencia-ficción ya no existe. No se puede creer casi en nada, Etelvina. Salvo en los tres luceros, por suerte