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Tristeza não tem fim

El Brasil es infinito e incomprensible. Nos quedó siempre demasiado cerca para ser cómodamente ajeno.

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El Brasil es infinito e incomprensible. Nos quedó siempre demasiado cerca para ser cómodamente ajeno. Pero esta condición extragaláctica lo convierte en una lente intrigante para leer noticias argentinas.

Eso hago. En los diarios argentinos, Florianópolis estaría inundado y en peligro, pero yo estoy allí (aquí) y no parece pasar nada. Es cierto que las noticias son un recorte muy espectacular del estado de las cosas y es cierto que llovió en tres días lo que en un año, pero si me guiara por la información, el lugar en el que estoy sería el fin del mundo. No lo es.

En tal contexto de desinformación que intuyo bien orquestada, la revista brasileña oficialista Istoé reseña las vergonzosas reformas votadas por el Congreso argentino y las cuenta en clave de ejemplo y de modelo. Macri parece haberse animado a hacer lo que el Brasil aún no: destruir años de logros laborales y previsionales. Tras analizar las bondades de saquear a los sectores más carenciados, apenas cuentan en un último parrafillo que eso trajo enorme descontento popular, represión, presos. Achicar el Estado a toda costa, piensan los editores, no sería del todo aplicable en el Brasil dada la imagen negativa de Temer. Pero ojalá se pudiera.

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Ay, Brasil; aquí la escisión entre la política y la vida de las personas es absoluta. Las personas –sobre todo las cultas y profesionales– no parecen participar del trajín político. El golpe a Dilma les parece melaza del interior de una clase política; el Congreso, un grupo de delirantes evangelistas que rezan antes de sesionar; y los políticos más bien parecen habitar la ciudad del artificio arquitectónico por obra del clima, los vientos o la magia negra. Un candidato neofascista niega incluso que haya habido secuestros, tortura y muerte; sus votantes ya son muchos y son jóvenes. No han vivido la dictadura y creen lo que se les cuenta. Mientras tanto, Lula es condenado por jueces que desestiman las pruebas de su inocencia. En todos lados suena la música de siempre.