Viene de ayer: “Corsi e ricorsi, políticamente incorrectos” (ver e.perfil.com/corsi-e-ricorsi).
“Al triunfar, el resentido, lejos de curarse, empeora. Porque el triunfo es para él como una consagración solemne de que estaba justificado su resentimiento; y esta justificación aumenta la vieja acritud”.
Tiberio, historia de un resentimiento (el emperador romano de la época de Jesús y Poncio Pilatos), por Gregorio Marañón.
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La columna anterior propone que se perciben similitudes y diferencias entre Macri y Trump o entre Cristina y Trump, tanto elogiosas como críticas, según el lado de la grieta en que uno se encuentre y con el solo fin de confirmar prejuicios. La irreductible asociación entre Trump y Macri no es que ambos sean empresarios, ricos, vengan de afuera de la política y tengan ex CEOs como ministros, sino que ambos habrían sido elegidos como resultado de un antagonismo con el orden anterior. Es el “corsi e ricorsi” del filósofo de la historia Giambattista Vico. Trump es parecido a Macri en algunas características y al mismo tiempo parecido a Cristina en otras. Pero cada uno de ellos diferenciándose de su antecesor: Trump de Obama y Macri de Cristina, y ese contraste con el que vinieron a sucederlos, la carta de su triunfo.
Por ejemplo, Trump es muy extrovertido, como Cristina; esto se explica en el magistral análisis psicológico de Trump escrito para la revista The Atlantic por el profesor Dan McAdams, autor del libro que compara las personalidades de los presidentes norteamericanos, que publicó el sábado y domingo pasado PERFIL (ver e.perfil.com/que-tiene-trump-en-la-cabeza).
Pero no solamente comparten Trump y Cristina una elevada cuota de extroversión y narcisismo, sino también una estrategia evidente: ir contra los medios de comunicación. Macri está en las antípodas de esa conducta.
The New Yor Times pide apoyo a los lectores y los anunciantes para sostener el periodismo independiente
Nelson Castro cubrió la asunción de Trump y se refirió varias veces a los similares desafíos que enfrenta hoy el periodismo norteamericano con el argentino del comienzo de la era K. Y comparó el pedido de apoyo al periodismo independiente que hizo ahora el diario The New York Times a los lectores y anunciantes, con el “Fideicomiso en contra de la discriminación con la publicidad oficial” del diario PERFIL que el propio Nelson presidió en el año 2006.
Nuevamente, la condición de posibilidad de cada época es tan importante como la voluntad de los actores. En 2003, Néstor Kirchner había encontrado los medios económicamente devastados por la crisis de 2002 y se aprovechó de esa debilidad financiera para esclavizarlos hasta 2008. Ese año fue el punto de inflexión: los medios profesionales se animaron a enfrentar al gobierno durante la crisis del campo. Después de cinco años de crecimiento económico, los medios habían recuperado su salud financiera y pudieron hacer lo que no se animaban antes.
En el caso de Estados Unidos, la situación es similar: Trump encuentra a los medios de comunicación atravesando su mayor crisis existencial (la discusión sobre si tendrán o no futuro tanto los que se imprimen en papel como la televisión por cable, porque se pronostica que las nuevas familias sólo tendrán abonos tipo Netflix y conexión de internet, y amenazas parecidas enfrentan la radio y la televisión abierta).
No es casual que Trump utilice Twitter compulsivamente, en ese caso el medio es el mensaje al comunicar que los medios tradicionales son el pasado.
¿Son el pasado? ¿Internet se está convirtiendo en el medio que absorbe y sustituye a todos los demás? La respuesta es no, y tiene una explicación económica. Segun el Web Server Survey, hay en el mundo un total de 863 millones de sitios, uno por cada nueve personas de los 7.482 millones de habitantes del planeta. Sólo el 10% de los sitios web vende publicidad y el stock de espacio disponible sin vender es equivalente a la superficie del Sol, cuyo diámetro es 109 veces el de la Tierra. O sea una superficie prácticamente infinita.
Cualquier economista podría pronosticar que el precio de aquello cuya oferta es ilimitada tiende a cero y por lo tanto no será sustentable la producción de contenidos gratuitos sólo para internet y paga por la publicidad, como no lo es hoy después de haber pasado un cuarto de siglo desde el lanzamiento comercial de la web. No es internet “en lugar de” los medios tradicionales, sino internet “además de” los medios tradicionales. Internet terminará potenciando los medios de siempre.
Pero el período de turbulencia y angustia corroe la autoestima de los medios tradicionales y Trump se aprovecha de esa debilidad para atacarlos. Y el medio que eligió para hacerlo refleja otra paradoja: Twitter corre riesgo de fundirse por falta de ingresos.
Los periodistas como "los seres humanos más deshonestos" reflejan la visión de Trump sobre los medios tradicionales
Obviamente, las condiciones de posibilidad son causa necesaria pero no suficiente de los hechos, siempre se precisa de la voluntad determinada de ciertos actores. En el caso de Trump y Cristina, esa voluntad debió encontrar uno de sus motores en el resentimiento que les produjo ser subestimados por los principales medios de comunicación. Asumiendo como universal la cita sobre el emperador romano Tiberio del comienzo de esta columna acerca del resentimiento, los medios de comunicación norteamericanos y los periodistas de Estados Unidos en su conjunto deben prepararse para un largo viaje, como nos tocó a los argentinos a partir de 2003 con el kirchnerismo.