Resulta un interesante, esclarecedor ejercicio recurrir a la ficción para reafirmar conceptos periodísticos largamente acuñados a partir del conocimiento empírico y del estudio académico. En días recientes, llegó a la Argentina una novela que debería ser de lectura obligada para quienes trabajamos en este oficio y pretendemos de él excelencia, responsabilidad, mirada veraz sobre lo que les pasa a la sociedad y al mundo, y otras cuestiones vinculadas a la práctica y a los criterios éticos que esta acción conlleva.
El libro en cuestión se titula Número cero y lo firma un tal Umberto Eco, doctorado en Filosofía en la Universidad de Turín, autor de obras imprescindibles en cualquier biblioteca y defensor a ultranza de la semiótica como ciencia rectora que obliga a interpretar cualquier fenómeno cultural como “un acto de comunicación regido por códigos y, por lo tanto, al margen de cualquier interpretación idealista o metafísica”.
¿Por qué es importante esta obra en los tiempos que corren y en el medio que nos ocupa? Porque Eco deposita en ella –en verdad, en palabras de sus protagonistas– buena parte de lo que se debe y lo que no se debe hacer en esta profesión y en los medios de comunicación. La historia es simple, y seguramente los lectores reconocerán en ella la ausencia de escrúpulos de ciertos editores y ciertos medios contemporáneos o del pasado más o menos inmediato: un ignoto mecenas financia la puesta en marcha hacia adentro (sin salir a la calle) de un nuevo diario, con el objetivo de lograr que sólo el conocimiento de ese proyecto nonato debería bastar para convencer a personajes del poder político, judicial, económico, de hacer o no hacer lo que el Commendatore –así se lo cita en el relato– necesita para cubrir sus intereses.
“El Commendatore quiere entrar en los altos círculos de las finanzas, de los bancos e incluso de los grandes periódicos –les explica el editor general de Domani (el diario en cuestión) a sus redactores–. El instrumento es la promesa de un diario nuevo dispuesto a decir la verdad sobre todo. (...) Una vez que el Commendatore demuestre que puede poner en apuros a los altos círculos financieros y políticos, es probable que los elegidos le rueguen que desista de semejante idea: él renuncia a Domani y obtiene el pase para las altas esferas”.
Se trata de una muestra clara de antiperiodismo, de manipulación por vía extorsiva, de amenaza latente (sólo latente, nunca concretada).
Los instrumentos para lograr tales fines non sanctos son expuestos por Eco de manera cuasi quirúrgica, como si su escalpelo dejara al descubierto cómo operar sobre la opinión pública, cuánto cinismo es necesario para convencer a los lectores, qué acciones consumar para el logro del espurio objetivo enunciado por el editor. Así, se verá de qué manera seleccionar entrevistados –aun con posturas diferentes sobre un mismo punto– para respaldar la opinión propia, cómo y cuándo encomillar, en qué orden, con qué conceptos; cómo administrar los datos de un acontecimiento o un personaje para lograr impacto en el lector, aunque esos datos sean sesgados; cómo responder y desmentir a un personaje indignado por algo publicado. “Los diarios –dice Simei, el editor– enseñan a la gente cómo debe pensar”. Y agrega: “La gente al principio no sabe qué tendencia tiene, luego nosotros se lo decimos y entonces la gente se da cuenta de que la tiene. Vamos, no hagamos demasiada filosofía y trabajemos como profesionales”.
Este ombudsman quiere dejar claro que cuanto acaba de citar está lejos de lo que PERFIL pretende para el medio y exige a sus periodistas. La intención de estas líneas es enviar a quienes ejercen la profesión en este diario y en todos los medios un mensaje que apunta a estar atentos a ciertos signos como los diseñados en la nueva novela de Umberto Eco. La manipulación informativa tiene víctimas: periodistas que se prestan a ejercerla (aunque crean responder a intereses superiores, puros, justificados), lectores, oyentes, televidentes, usuarios de internet; y dueños y gestores de medios.
Cuando buena parte de las empresas de comunicación masiva en Argentina está en manos de personajes no periodísticos (algunos de ellos sospechados de actividades rechazadas por la ética en este oficio), la advertencia no resulta vana.
Repetición. Habrá llamado la atención de los lectores la publicación de una misma información en dos secciones de este diario, en la edición del domingo 3. El nacimiento de la hija del príncipe Guillermo de Inglatera y Kate Middleton ocupó espacios en las páginas 27 (Internacionales) y 52 (Protagonistas). A veces, cuando se trata de notas complementarias, esto se justifica porque se trata de enfoques diferentes. No fue éste el caso: nada de lo publicado en la página 52 sumó a lo editado en la 27.