La expectativa ante la visita del papa Francisco es variable. Es un tema que para la mayor parte de los chilenos está en los medios. Francisco es un personaje internacional que a la gran mayoría les parece muy interesante. También hay grupos de interés focalizados que son muy críticos y quieren aprovechar para sacarle partido a su visita en favor de sus respectivas agendas. Y, por otro lado, están los católicos más entusiastas, para los cuales Chile tendrá una fiesta la próxima semana.
El 60% de la población chilena se declara católica, pero solo el 10% va a misa todos los domingos y el 30% se confiesa una vez al año.
Dependiendo cuánto se arriesgue y se juegue el Papa, éste será un viaje para recordar y se convertirá en un momento de inflexión con la fuerza que tuvo la venida de Juan Pablo II hace treinta años. La agenda que prepararon su entorno y la Iglesia Católica chilena permitirá que él se exponga.
Me tocó seguir a la distancia el viaje a Colombia. El éxito de ese viaje se conseguía si simplemente revalidaba la importancia de la paz. Los católicos colombianos necesitaban una voz autorizada para animarlos a dar otro paso en favor de dar vuelta la página. El caso chileno, en cambio, requiere más esfuerzos. La situación que vive Chile le exige poner el dedo en la llaga en temas que son delicados, por ejemplo cómo debe ser tratada la comunidad mapuche por el Estado y la sociedad. Al hacerlo tocará un tema aparentemente imposible: para unos hay décadas de abusos, otros están indignados por recientes atentados terroristas imperdonables. Otro tema relevante es el de los inmigrantes. Tradicionalmente, Chile fue un país que no atrajo a la inmigración, pero ahora están llegando muchos inmigrantes. Si habla con claridad, tendrá un impacto impresionante.
Francisco tiene una oportunidad única. Tiene dos características que lo distinguen como Papa: nos conoce a los chilenos, ya que él vivió en Chile y vio cómo tratan aquí a los extranjeros; y habla muy claramente, es muy directo y frontal. El impacto de lo que diga puede ser muy potente, puede ser un antes y un después. Hay un paralelismo en el viaje de Francisco y de Juan Pablo II. Si habla de las miserias de los chilenos, de los católicos y de los sacerdotes, puede haber un impacto no solo para los creyentes, sino también para sectores que no tienen nada que ver con el catolicismo. Francisco tiene la capacidad de decirnos cosas que nunca nadie nos ha dicho, apuesto por un mensaje que toque el alma de los chilenos y nos deje haciendo lío en las calles.
*Decano de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica de Chile.