Alguna vez, hace varios años, se dedicó con esmero a concebir metáforas de reconocido valor. Ahora, en cambio, muy en otra veta, se entrega fervoroso al proceso exactamente inverso: el de volver literal. Antes tomaba la realidad y le construía metáforas, ahora toma metáforas y las hace realidad. Así provoca Charly García una reversión vertiginosa en la compleja relación de las palabras y las cosas. El letrista de canciones ha devenido ejecutor sin pausa: un fanático del acto puro. Entonces tirarse a la pileta (en el sentido de decidirse), saltar al vacío (en el sentido de arriesgarse), bajarse los pantalones (en el sentido de ceder), echarse a volar (en el sentido de imaginar), romper con todo (en el sentido de empezar una nueva vida) o ser un loco de atar (en el sentido de cultivar la heterodoxia) son cosas que Charly García va llevando a cabo literalmente: salta al vacío y se tira a la pileta de verdad, se baja los pantalones de verdad, rompe todo de verdad, se lo llevan atado de verdad. Incluso puede llegar a provocar vacilaciones insolubles; cuando dice, por ejemplo, que hoy pasa el tiempo demoliendo hoteles , ¿qué hay que entender? ¿Que lo dice en sentido figurado o que lo dice en sentido estricto?
Lo vimos otra vez en estos días, fotografiado en la prolija ciudad de Mendoza. Iba atado de pies y manos boca abajo en una camilla. Dicen que dijo: Yo soy Charly García, para lograr que lo abastecieran con alcohol y Rivotril. No le dieron ni una cosa ni la otra, y no porque no le creyeran. Yo soy Charly García: así exclamaba, así exclamó. Se insertaba de tal modo, acaso sin saberlo, en una línea que parte del Soy Roca versionado por Félix Luna en una resonante autobiografía ficcional y llega hasta el “No me peguen, soy Giordano” del insigne peluquero; pasando por otra resonante biografía ficcional, la de Diego Maradona by Ernesto Cherquis Bialo, emitida bajo la consigna de “Yo soy el Diego”. Es decir que se inserta en algún punto situado entre la plenitud de la consagración histórica (el yo seguro, el yo definitivo, el yo para siempre) y la duda de que la fama sirva de veras para algo (¿qué les pasa? ¿no me reconocen? ¿no saben quién soy?). Acechado por esta duda radical (la de ser todo un prócer argentino o la de ser nada más que una figurita pasajera de los medios) se lo llevó la ambulancia a Charly García, entre prisas y sirenas, surcando el aire cuyano tan claro como luminoso.