El ex presidente Kirchner siempre se ha preocupado por “la caja”. Y razones no le faltan. Fue un testigo de lujo de la caída de De la Rúa. Sabe perfectamente que el ex presidente radical se subió al helicóptero cuando se quedó sin plata para salvar a la liga de gobernadores del colapso, en especial al de la provincia de Buenos Aires, y sin plata se negó a “licuar” los salarios públicos devaluando, rompiendo la convertibilidad. Cosa que después concretó, sin problemas, Duhalde, la gran esperanza blanca.
Me explico. Los ingresos fiscales, en la Argentina dependen de tres grandes rubros, los impuestos “tradicionales”, la inflación y los impuestos al comercio exterior. Durante gran parte de los últimos años, el grueso del “boom” de ingresos lo aportaron los elevados precios internacionales de las exportaciones. El “resto del mundo” estuvo dispuesto a transferirles más recursos a los productores argentinos y, simultáneamente, al fisco, su “socio”.
Se recaudó más por impuestos a la exportación y por impuestos tradicionales, dado el efecto “derrame” sobre la actividad económica de los mayores ingresos de exportadores y de sustitutos de importaciones. Por el lado del gasto público nacional, se distinguen cuatro rubros: las jubilaciones, los salarios, la obra pública y los servicios de intereses y capital de la deuda.
La devaluación generó una gran ventaja inicial para reducir el gasto, destruyó el valor de las jubilaciones y los salarios, mientras el “default” de la deuda postergó el pago de intereses y se paralizó la obra pública. Ese fue “el ajuste” 2002-2003. En otras palabras, superávit fiscal aplicando la “receta del FMI”, “devaluación y default”. A partir de 2004, al ritmo de la mejora de los precios de exportación, y del incremento de la producción agrícola, gracias al “yuyito”, lentamente, se pudo financiar la recuperación de las jubilaciones –básicamente, la mínima– y los salarios de los empleados públicos. Se retomó obra pública –pensando en elecciones y no en prioridades, por supuesto–; se salió del default con un perfil de vencimientos bastante acomodado para los años del “primer mandato K” y surgió un “nuevo rubro” en el gasto nacional: los subsidios al sector privado, para no aumentar los costos de la energía y el transporte público de las clases medias urbanas, cuyo “cariño” electoral había que mantener. Pero este esquema empezó a tener problemas, por la explosión de los subsidios, debido (¿o de vido?) a la suba de precios internacionales de los combustibles y el desaliento a la oferta local de energía y por el crecimiento de otro rubro: las transferencias discrecionales a provincias.
Esto último, porque en el gasto provincial también empezaron a recuperarse los salarios de los empleados públicos, principal rubro de su gasto. Por lo tanto, en el camino de ganar las elecciones de 2007, todos los rubros del gasto comenzaron a aumentar muy por encima del ritmo de crecimiento de los ingresos genuinos, obligando a aumentar, más allá de lo tolerable y aconsejable para el “modelo”, el impuesto inflacionario.
El resto es historia reciente. La última suba de los precios de las commodities vino de la mano de una gran suba de costos de los insumos, de manera que, cuando Kirchner quiso mantener el aumento del gasto cobrando más retenciones, el campo se “rebeló”. La “solución” de 2008, entonces, fue más inflación y frenar las transferencias a provincias, pasándoles el problema a los gobernadores. Es decir, una “venganza” por la posición de la mayoría en el conflicto con el campo y obligándolos a “ir al pie” a negociar el escenario electoral del próximo año.
Pero este esquema no se puede repetir en 2009. Más inflación es poner ya al borde del nocaut al “modelo productivo con inserción social” y ajustar a las provincias, en especial a la de Buenos Aires, en un año electoral es un “suicidio político”. Encima, el escenario internacional y la sequía local parecen limitar nuevas subas en la recaudación de los impuestos a la exportación. Por lo tanto, por primera vez en su gestión de gobernador, de presidente o co-presidente, Néstor Kirchner tiene una restricción presupuestaria importante.
La “solución”, por ahora, es bajar subsidios, total el grueso de la “clase media está perdida electoralmente”, y financiar, de esa manera, los votos de la “movilidad jubilatoria” y algo de inversión en infraestructura. Tratar de “normalizar” la situación con los acreedores que no entraron al canje anterior, a ver si se los convence de poner unos pesos adicionales con el canje nuevo para reducir los pagos de deuda del año próximo. Y usar esos fondos, más todos los “bolsones” de financiamiento, Banco Nación, excedentes de la ANSES y otros organismos, Banco Mundial, las AFJP, para pagar deuda y financiar a las provincias, en especial a la de Buenos Aires.
En síntesis, no “cambiaron los acreedores”. Son los K que se han vuelto más amistosos, buscando financiamiento para las elecciones de 2009.