COLUMNISTAS
Fracaso de la política

Un ciclo que se cierra

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Manzur. El estratega de la nueva política de focalización en las cuestiones sociales. | NA.

Las elecciones exceden por lejos el marco estricto de una elección intermedia. Más bien podrían ser consideradas bajo el prisma, lo que en política comparada se suele conceptualizar como “elecciones cruciales”.

Es decir, procesos electorales que más allá de la elección entre candidatos, introducen verdaderos cambios estratégicos en la evolución interna de un sistema político. Suelen, por ello, ser elecciones que modifican la dinámica profunda del proceso político, introducen nuevas agendas y prioridades sociales y, franquean la entrada de nuevos actores y protagonistas, en un contexto renovado de expectativas colectivas. Desde ese punto de vista, suelen ser elecciones que marcan el final y el comienzo de nuevos ciclos políticos.

Los espacios políticos hasta ahora en pugna ya no serán los mismos. Cambian de naturaleza al tiempo que caducan la mayor parte de los liderazgos nacidos en la crisis del 2001. La derrota del peronismo alcanza los perfiles de una verdadera crisis cultural. Agota la vigencia de mitos y estereotipos de larga vigencia en la política argentina. El fracaso de la política de incentivos artificiales ha sido evidente. Los recursos movilizados no llegaron a sus destinatarios y, si llegaron, incidieron poco o nada en un clima social de indignación colectiva, en la que nadie estaba dispuesto a cambiar favores por votos. Si bien los incentivos fueron valorados y reconocidos por los sectores sociales con inteligencia, escogidos, su escasa o nula relación con el voto efectivo fue más que evidente.

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El empate en la provincia de Buenos Aires fue, ante todo, una hazaña de los intendentes, que volvieron a demostrar su capacidad de recuperación. Demostraron a propios y ajenos la importancia central de la dimensión territorial de la legitimidad que invisten. El festejo forzado de la campaña oficial bonaerense no incluyo a los protagonistas del esfuerzo. Tampoco registró la presencia de Juan Manzur, estratega indiscutido de la nueva política de focalización de las políticas sociales. Una ausencia estentórea quien habla mucho del nuevo paisaje interno del oficialismo que viene.       

La esencia de lo sucedido no es ajena a la experiencia de cualquier ciudadano común. Una vez más, un gobierno debilitado por sus dificultades internas y externas ha vuelto a fracasar en un plebiscito acerca de su desempeño. Un precio muy caro que castigó no solo la inexperiencia de los cuadros políticos del gobierno nacional sino, sobre todo, el optimismo ingenuo de quienes siguen pensando que la unidad es una formula máxima que garantiza de por sí la victoria, más allá de cuáles sean los contenidos reales de esa pretendida unidad.

Una combinación de desencanto, pérdida de expectativas e insatisfacción profunda de la sociedad acaba de castigar de forma prematura y despiadada a un gobierno desconcentrado y desconcertado, condición que por otra parte el gobierno Fernández comparte con muchos otros oficialismos, excesivamente confiados en su capacidad de capitalizar la gestión bajo la pandemia.

Es sabido que la posición y capacidad competitiva de una fuerza política se mide a partir de al menos cinco indicadores básicos de la capacidades y destrezas de quienes gobiernan: liderazgo, agenda, iniciativa, dominio territorial y recursos. Un balance provisorio de las posibilidades de unos y otros puede ser útil para una estimación de las alternativas que se abren hacia el futuro.

Por el lado del liderazgo, el proceso se ha desbloqueado y desmonopolizado. Caducan las dirigencias tradicionales y emergen nuevas figuras. Por el lado de la oposición más de diez figuras importantes aceleran su acceso a la pole position de la carrera electoral de 2023. Desde el espacio del Gobierno las posibilidades son algo más exiguas, aunque algunos de los principales gobernadores e intendentes del Conurbano logra imponer en lo inmediato condiciones del tipo de las que aceleraron el cambio de gabinete después de las PASO.

El cambio en las agendas es igualmente significativo. Así como las PASO fueron elecciones sin ideas ni propuestas significativas, centradas en consignas vacías y orientadas al estimulo de respuestas más bien emocionales, las elecciones del 14/N fueron muy diferentes. La sociedad impuso condiciones. Obligó a la política a hacerse cargo de temas urgentes e impostergables. Muy a pesar, los candidatos tuvieron que hablar de temas graves e inmediatos.

Más allá de la intención de los protagonistas se vieron obligados a hablar de inflación, seguridad ciudadana, impuestos, empleo, medio ambiente, equidad intergeneracional, desarrollo territorial, impuestos e innovación productiva. Un escenario poco conveniente para dirigentes sin ideas ni compromisos, impuesto más bien desde la revolución de demandas y expectativas que hoy sacude a la política argentina.

Las incertidumbres son muchas, el Gobierno no tiene hábitos ni mecanismos abiertos de consulta y concertación. Carece sobre todo de operadores experimentados y confiables. En la oposición, si se excluye el caso de los gobernadores, el resto de los candidatos parecen poco interesados en comprometer algún capital político en la siempre costosa tarea de encontrar acuerdos de gobierno.

Aun así, la realidad obligará al diálogo. Un diálogo no exento de costos políticos para quienes se arriesguen a encararlos. Pero al mismo tiempo, un dialogo necesario e inevitable con un premio seguramente mayor para quienes se arriesguen a protagonizarlo.

 *Analista político y consultor.