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Defensor de los Lectores

Un dato parcial o erróneo induce al malentendido

El malentendido es siempre responsabilidad del emisor: si transmite información precisa, incontrovertible, no habrá receptor que entienda mal su mensaje, al menos no de manera consciente.

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Perón en la UES. Septiembre de 1954. Homenaje de juveniles basquetbolistas (los “UES trotters”) al presidente. | silvestro

En la sección del Correo se publica hoy un mail enviado por el señor Jorge Alfonsin, en el que manifiesta su crítica a un dato incluido en la columna de Luciana Rubinska publicada el domingo 28 de octubre en la contratapa del suplemento Deportes. El lector afirma en su carta que la periodista dijo en su texto que "en el actual Cenard, ubicado en Av. del Libertador y Larralde, el presidente Perón intentó implantar un centro deportivo de alto rendimiento". Su cita es incorrecta porque Rubinska no escribió eso, pero permite profundizar en torno a la precisión o no de los datos empleados en esa columna.

En verdad, cada vez que un profesional de este oficio se sienta ante el teclado para escribir un artículo, lo hace –cumpliendo con normas elementales de seriedad y responsabilidad en el manejo de la información– con cada dato chequeado para evitar errores propios y consecuentes confusiones en sus destinatarios. El malentendido es siempre responsabilidad del emisor: si transmite información precisa, incontrovertible, no habrá receptor que entienda mal su mensaje, al menos no de manera consciente.

En este caso, el lector Alfonsin cometió un error al adjudicar a Rubinska una aseveración que no está en el texto de la columna. Contó, para entender mal, con una imprecisión en el manejo de la información por parte de la columnista: escribió ella que “la construcción del Cenard empezó en 1953 por un decreto del presidente Juan Domingo Perón” y agregó que “durante la llamada Revolución Libertadora el centro deportivo cerró sus puertas, lo sumergieron en el abandono y la destrucción”.

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En verdad, Perón no quiso iniciar el Cenard, tal como es hoy, con su decreto (el 15.859, fechado el 26 de agosto del 53), sino instrumentar un espacio para dar cobijo a actividades recreativas, artísticas, políticas y deportivas de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), rama masculina (la femenina tenía su sede en Olivos). La UES fue imaginada como un semillero para futuros dirigentes, un marco contenedor para las y los adolescentes de la época. De hecho, las construcciones iniciales (el edificio central, al que solía concurrir el presidente, y el cine-teatro para 1.500 espectadores, que era empleado para funciones de música, para actos partidarios y para reuniones juveniles multitudinarias) no tuvieron destino deportivo. En 1954 se le dio al lugar un mayor compromiso con esta área. Con el derrocamiento de Perón en 1955, el predio fue entregado a la División de Remonta y Veterinaria del Ejército y sus instalaciones se deterioraron aceleradamente. Recién en la década del 60 comenzó un creciente desarrollo de actividades deportivas, con la construcción de pistas de atletismo, canchas de disciplinas varias y –más tarde– piletas de natación y otras dependencias.

Es seguro que si Rubinska hubiese precisado algunos de esos puntos, sin dejar margen para la mala interpretación, no habría enviado su mail el lector Alfonsin, o lo hubiera hecho con otros conceptos.

Leopoldo Villar Borda, quien fuera defensor del lector del diario El Tiempo de Bogotá, Colombia, señalaba hace algunos años que el problema de la buena comunicación "es universal y solo puede ser resuelto mediante el esfuerzo de los periodistas para ser más cuidadosos en la búsqueda de la información, más rigurosos en los detalles y más meticulosos en la redacción". Esas tres patas para una misma base de sustentación de la credibilidad son imprescindibles y cada vez más necesarias para el ejercicio de un buen periodismo. Sin intentar criticar las nuevas tecnologías (internet, las redes sociales, el florecimiento de blogs y portales de noticias) por cierta tendencia a la superficialidad en el manejo informativo, es indudable que el nuevo lenguaje que ellas vienen imponiendo afecta en mayor o menor medida el ejercicio riguroso de esta profesión.  

El entredicho Alfonsin-Rubinska compromete a quienes escriben en PERFIL a extremar los cuidados cuando se trata de poner los dedos sobre el teclado.