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Israel

¿Un “estado halájico” en Medio Oriente?

La llegada al poder de los sectores ultrarreligiosos más duros de la mano de Benyamin Netanyahu, encarnada en el futuro ministro de Seguridad, Ben-Gvir, y de Bezalel Smotrich, que aspira al de Defensa, con la oposición de Estados Unidos, hacen temer a los sectores laicos israelíes que el país se convierta en un “estado halájico”, un país donde las reglas provienen de la Halajá, el conjunto de leyes judías orales y las escritas en la “Torá” y otras obras antiguas. La versión judía de la república islámica.

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“Bibi”. Netanyahu se apoyó en los ultranacionalistas para volver al poder y liderará el gobierno más derechista en la historia de Israel. | afp

Los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) son bravos, y de eso son testigos no solamente los palestinos de Cisjordania (y a veces Gaza) sino también sus propios compatriotas, árabes y judíos. Este viernes, los jefes del Ejército decidieron suspender a dos jóvenes soldados de la prestigiosa brigada de infantería Givati que golpearon y abusaron verbalmente a activistas de izquierda en Hebrón, esa ciudad que, de alguna manera, resume el conflicto: pertenece a los territorios palestinos, pero se encuentra en medio de las bíblicas colinas de Judea. 

El incidente podría haber tenido menos impacto de no existir los teléfonos celulares con cámara (que registraron los hechos). Y si las víctimas del maltrato no hubieran sido miembros de la organización israelí Shovrim Shtika (Rompiendo el Silencio, conocida alrededor del mundo por su traducción al inglés, Breaking the Silence), que reúne a soldados que reniegan de actos de violencia que cometieron durante su servicio militar y reclaman el desmantelamiento de los asentamientos judíos en territorios palestinos. 

Un guía de Breaking the Silence había llevado a un grupo de personas hasta Hebrón para conocer en vivo la situación en la ciudad y solidarizarse con la población palestina. En un momento se toparon con los soldados desplegados en un puesto de control (las FDI tienen control administrativo sobre una zona de la ciudad) que buscaron impedirles el paso. Las grabaciones en video no muestran cómo arrancó la trifulca, pero sí se puede ver a uno de los militares –alto, con barba y de aspecto amenazador– empujar a uno de los activistas al piso y golpearlo en la cara.

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Hay otro video circulando, que para muchos es incluso más preocupante. En el clip que circuló ampliamente por las redes sociales se ve a otro soldado –más pequeño, de barba modesta y anteojos– hablarle directamente a la cámara de uno de los activistas de izquierda en Hebrón. “Ben Gvir va a poner las cosas en orden en este lugar”, dice el soldado. “Eso es todo, ustedes perdieron, se acabó la diversión”, asegura.

La referencia es al resultado de las elecciones del 1° de noviembre, ganadas por el Likud de Benjamin Netanyahu, y al ascenso del mercurial Itamar Ben-Gvir, quien obtuvo un gran resultado en los comicios legislativos que no solo lo depositaron en la Knesset, el Parlamento israelí, sino que le abrieron las puertas a nada menos que el Ministerio de Seguridad en el nuevo gabinete encabezado por Netanyahu. 

A algunos analistas los pudo sorprender el apoyo logrado por la alianza de Ben-Gvir con otro judío ortodoxo ultranacionalista, Bezalel Smotrich. (Ambos formaron el grupo HaTzionut HaDatit o Sionismo Religioso y recolectaron casi el once por ciento de los votos y catorce bancas en el Parlamento. Luego se apartaron tácticamente durante las duras negociaciones para formar gabinete, pero se da por descontado que seguirán de la mano tanto en la Knesset como en el Ejecutivo). 

Sin embargo, el primer día de noviembre los sectores ultra más tradicionales (los sostenedores de los asentamientos, los bolsones racistas o los ultra-religiosos) se licuaron con los habituales votantes del Likud (felices con el populismo de “Bibi”) y muchos de aquellos que forman parte de la “derecha light” y que en marzo del 2021 votaron por Naftali Bennett, quien pudo convertirse en primer ministro en junio de ese año gracias a una alianza antinatural con el centroizquierdista Yair Lapid. 

Así las cosas, hoy están a punto de asumir el poder en Israel Netanyahu y sus socios de casi siempre: los partidos religiosos menos extremistas y sus nuevos amigos del ultranacionalismo, un sector que permanecía más o menos escondido desde el asesinato en 1994 del entonces primer ministro, Itzkak Rabin. 

A fines de noviembre, el derrotado Lapid resumió con un vaticinio la sensación que embarga al “otro” Israel, el de las startups de tecnología súper sofisticada, los desfiles gay, la cosmopolita Tel Aviv y de los productores más “cool” de Netflix, los que toman capu-ccino en oficinas de WeWork y escriben los capítulos de Fauda o Teherán. 

Israel, advirtió Lapid, se dirige a convertirse en “un estado halájico”, es decir, un país donde las reglas provienen de la Halajá, el conjunto de leyes judías orales y las escritas en la Torá y otras obras antiguas. 

Si los ayatollah pueden gobernar tranquilos en Irán con un sistema judicial basado en la Sharía, ¿por qué Israel no podría hacer lo mismo con la Halajá?, se preguntarán seguramente los seguidores de Smotrich, Ben-Gvir y los líderes de los partidos religiosos que apoyan a Netanyahu y formarán parte de su gobierno. 

Es cierto que, desde hace mucho tiempo, en la mayoría de las ciudades en Israel no circulan los autobuses durante el Shabat, que hay una tiranía del kosher y tampoco existe el matrimonio civil. Pero un “estado halájico” bajo Ben-Gvir y Smotrich puede ser peor, mucho peor.

*Ex corresponsal en Washington y en Israel. Escribe sobre temas de Estados Unidos, Medio Oriente y tendencias.