El fallo de la Cámara Federal que ordena a la jueza María Servini de Cubría investigar mejor el sangriento atentado al comedor de la Policía Federal del 2 de julio de 1976 es un reconocimiento a las víctimas de las guerrillas, que también tienen sus derechos humanos y merecen saber la verdad y —¿por qué no?— que haya justicia.
De esas dos palabras, verdad y justicia, me quedo, como periodista, con la primera. Un periodista busca la verdad sabiendo que no llegará nunca a conocerla en su totalidad; pero esa búsqueda, si es honesta y sin partidismos ni perjuicios, asegura un método apropiado para cumplir con su rol ciudadano.
Para la justicia están los jueces, los fiscales, los defensores y un entramado de normas y procedimientos. Ése no es mi tema.
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Sin embargo, me alegro por este fallo porque, en primer lugar, la justicia tiene métodos más eficientes que los de un simple periodista para avanzar en la búsqueda de la verdad. Siempre que quiera hacerlo; que, por ejemplo, no use esta causa como una moneda de cambio con el poder político.
En segundo lugar, me alegra el fallo por las víctimas, tantos años postergadas.
Consultando la terminología vigente, no cabe duda de que la bomba vietnamita de Montoneros que mató a veintitrés personas y hirió a ciento diez fue un acto terrorista y un delito de lesa humanidad, según explico en la Introducción de mi libro.
En mis libros, por ejemplo, en Masacre en el comedor, no pienso en la justicia ni en la política ni en los organismos de derechos humanos. Tampoco en tantos periodistas poseídos por ese demonio seductor de la corrección política.
Si pensara en todos estos actores, no habría escrito una línea.
"Hasta ahora, la justicia se fijó menos en las víctimas y más en los victimarios: si los que violaron los derechos humanos en los 70 pertenecieron al aparato estatal o paraestatal"
Pienso sí en la verdad, en los hombres y en las mujeres que hicieron grande esta noble profesión; también en las víctimas en su calidad de tales, en especial en aquellas víctimas que no han tenido ninguna voz. Personas comunes, a las que —en general— la justicia, la política y el periodismo han dejado solos, llorando sus pérdidas en silencio.
Hasta ahora, la justicia se fijó menos en las víctimas y más en los victimarios: si los que violaron los derechos humanos en los años '70 pertenecieron al aparato estatal o paraestatal, investigan; si los autores eran guerrilleros no porque esos hechos están prescriptos. Un invento argentino, bien saldado no solo por los juristas K sino también por sus colegas del radicalismo, en general.
Un invento creado por el kirchnerismo, que se considera el heredero de los guerrilleros —perdón, ellos dicen: militantes— de los '70.
Este fallo contradice ese relato y mira a las víctimas y eso constituye, para mí, una buena noticia.
*Periodista y escritor.