“El Ferrocarril del Sur condujo a Sarah Bernhardt a la estación más cercana a la residencia del estanciero que, para la ocasión, había traído cómodos carruajes desde Buenos Aires. La recepción fue espléndida; después del banquete de gala, los gauchos, ataviados con el pintoresco traje de la pampa, se entregaron a sus habituales domas de caballos salvajes, ante la mirada de la ilustre visitante quien, en agradecimiento, declamó versos de su repertorio clásico y, aunque no entendieron nada de nada, los hijos del desierto quedaron encantados”, dice un artículo de 1903 publicado en Mon Dimanche, revista popular francesa de esa época.
Sin embargo, ni la anécdota ni el viaje de la actriz a Buenos Aires forman parte de La mujer crea a la estrella, muestra del Petit Palais de Paris dedicada a su figura que, por estos días, se sirve de fotos, diarios, afiches y trajes usados en sus obras de teatro, sumados a sus menos conocidos libros, pinturas y esculturas, para dar cuenta de sus múltiples intereses y talentos. Un punto que se repite en la exhibición es la habilidad que este “monstruo sagrado” tuvo para conjugar su arte con la habilidad comercial de obtener dinero de donde sea y como sea (Bernharht fue pionera del merchandising al licenciar su propio nombre e imagen, entre otros inéditos recursos financieros). Es precisamente por eso que su aventura argentina hubiese colado perfectamente en la exposición.
Continúa Mon Dimanche: “Poco después, en la víspera de su partida para Europa, Sarah estaba en su baño cuando una criada entró en su habitación, estallando en carcajadas.
—¡Y bien! ¿De qué te ríes?
—¡Madame, nunca lo adivinará!... es un regalo para usted, pero tan divertido...
—¿Dónde está este extraño regalo?
—Si Madame está dispuesta a acercarse a la ventana, lo verá.
Un centenar de bueyes, toros y vacas, acompañados de unos cuantos gauchos que, al reconocerla, la vitorearon, agitando los pañuelos multicolores arrancados de sus cabellos, la esperaban”.
La “Divina” agradeció el gesto dese su balcón e hizo llevar a los animales a la bourse au bétail. Volvió a casa con diez mil francos. Vender carne proveniente del “desierto pampeano” fue otra de sus inesperadas maneras de financiar el tren de vida que toda estrella necesita.