COLUMNISTAS
futuros

Un invento lingüístico

Rafaelspregelburd150
|

Sigo en silencio los pasos de Link, que hace unas semanas presentaba en estas páginas el Maxxi, el megamuseo romano del arte del futuro. Tanto su colección como su arquitectura están hechos de apuesta. ¿Qué vine a buscar aquí? Yo me conozco, siempre me pasa lo mismo en los museos: me pongo a trabajar estúpida e inútilmente de escritor, y la acumulación de imágenes me cansa. La sola idea de tener que poner en palabras lo que ha sido traído justamente para que no quepa en ellas me abruma. Entro con suspicacia. Las rampas del museo hacen lo suyo: es imposible saber en qué piso estoy y medir cuánto museo queda por ver.

Dos obras llaman especialmente mi atención. La primera empieza en un cartel que afirma que se están realizando trabajos. Hay una valla que deja ver un salón poblado de herramientas, escaleras, restos de dicroicas. Mientras me paro a ver lo que no está pidiendo ser visto, un agujero en la pared sopla viento ionizado en la nuca (los iones los provee un chispero cuerpo-sensible a intervalos regulares). El momento es extraño. La obra es hilarante. El museo en construcción, en semejante contexto, es imposible: todo intento de refacción se parecerá mucho a una obra de arte que piensa en el futuro. Futuro = refacción. Algo similar pasa con el ascensor, que ofrece una experiencia de ascenso parecida a una emoción. ¿No es el mismo procedimiento de la Capilla Sixtina, donde sólo se permite circular en un solo sentido y sin hablar?

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

La segunda obra memorable es un robot-taladro que está atado a una computadora y tiene un plan para ir destruyendo/dibujando la superficie de una pared curva a lo largo de los años, o lo que dure el software. Me detengo a observar el robot en acción. Pero no hace nada. Un guardia me dice que no funciona. “El museo es perfecto”, dice y agrega: “Questo è Roma, però”. Súbitamente me olvido del taladro y pienso que me encanta que el italiano ponga el “pero” al final de lo dicho y no al principio. Futuro = fracaso.

El futuro es abrumador. No trae ninguna buena noticia. Tal vez esto sea lo más digno de un proyecto semejante: cultiva un nihilismo de megadiseño y no celebra nada. Obliga a pensar, “però”.