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autoconvocados

Un mes de campos

Abril de 2008 quedará en la historia como el mes de los campos. Al hiperprotagonismo del contradictorio campo corrió a sumarse el del no menos contradictorio y más atolondrado “campo de la cultura”.

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Abril de 2008 quedará en la historia como el mes de los campos. Al hiperprotagonismo del contradictorio campo corrió a sumarse el del no menos contradictorio y más atolondrado “campo de la cultura”.
“El campo” no existe, y lo que desde ambos bandos se quiere presentar como un sólido frente es el resultado de la magia K, tan torpe en su gestión y tan enervante que parece capaz de magnetizar un plato de fideos. Magnetizado o radiactivo, lo que quede de “el campo” cuando termine el bluf de las retenciones, promete ser un plato indigerible, no sólo para el Estado K, sino también para el espectro político que sueña con reemplazarlo en un lejano 2011. Es que radicales, peronistas disidentes, macristas y carriosos, como todas sus corporaciones amigas, desde la Rural y la Industrial hasta la CGT de Moyano, carecen de una política agraria y de condiciones para concebirla. Por ejemplo, ahora que se cumplen treinta y dos años de la primera medida económica de Martínez de Hoz –el decreto de supresión del progresivo impuesto a la herencia–, la mayoría aplaude el juicio al senil ex ministro por derechos humanos, pero nadie ha reclamado el retorno a la legislación vigente hasta el golpe de 1976. Lo mismo ocurre con todas las políticas relevantes: industrial, comercial, de abastecimiento, de vivienda, salud y seguridad.
Contra esta evidencia se manifiesta casi un millar de autoconvocados desde la Biblioteca Nacional y la librería Gandhi. Dan por descontados el carácter golpista y “destituyente” de la resistencia sectorial y la legitimidad de todos los actos de gobierno: parece que ni han oído hablar de la variante K de los decretos de necesidad y urgencia. Esto es grave entre mil intelectuales que jamás se manifestaron sobre la ausencia de una política seria dirigida a su propio campo. Más grave resulta que, redactando tan mal, se asuman como corporación idónea para un “intercambio de ideas, tareas y proyectos, que aspira a formas concretas de encuentro, de reflexión, organización y acción democrática con el Gobierno y con organizaciones populares para trabajar mancomunadamente”. La referencia a “trabajar con el Gobierno” parecerá una solicitud de empleo a quienes ignoren que el borrador fue compuesto por funcionarios del Gobierno. La lista de firmas –ya cercana al millar– indica que muchos no lo leyeron. Por ejemplo, hasta un editor jefe de Clarín subscribe los largos párrafos que la carta destina a elogiar la política de control de medios de la Presidencia.