La rudimentaria comunicación oficialista dejó al desnudo bien temprano el ardid ideado para amortiguar el impacto negativo del fallo que declaró constitucional la ley de Servicios Audiovisuales en los Medios que le son ajenos, difundido en simultáneo con la fecha prevista para el juicio oral y público por la tragedia ferroviaria del barrio del Once.
No hacía falta mucho ingenio para anticipar que por falta de equivalencia entre la envergadura de las noticias, una eclipsaría a la otra de inmediato y quedaría desbaratada la ficticia puesta en escena de una depuración con el desfile por los estrados de Ricardo Jaime y Juan Pablo Schiavi, entre otros. Modesta elipsis de autocrítica tras la peor derrota electoral sufrida en 10 años.
Que continúa en ejercicio pleno de las facultades del poder, algunas más visibles que otras, en momentos en que Sergio Massa se pasea como mantra irresistible ante las cámaras y los gobernadores rumian el desconcierto previo a una rebelión fundada en un latente estado de pánico es el poco sutil recordatorio dirigido a quienes pudiesen haberlo olvidado.
Pero el mundo feliz de la autoproclamada primea minoría parlamentaria no cabe en 24 horas. El mismo día que la democracia celebró sus 30 años, los médicos que asisten a la presidente Cristina Fernández la autorizaron a retomar la lectura de los diarios. Sobrio hasta un laconismo escandinavo que contrasta con su natural estilo, Juan Manuel Abal Medina se limitó a decir que “recibió con agrado la noticia”
La urgencia en aplicar la norma como si fuese una sentencia inapelable deja al descubierto que algo más que la intuición guía el recatado comportamiento público del jefe del Gabinete y otras figuras del Gobierno. Los primeros sondeos post electorales justificarían esa aprehensión: la corrupción y no el desconocimiento de Martín Insaurralde fue la base para decidir el voto en la provincia de Buenos Aires.
Elegido para disputar con Massa resultó una metáfora de los problemas para sintonizar con los criterios de libertad de la sociedad que padece el oficialismo. Nunca pudo abordar la agenda de prioridades de la gente. O del pueblo, dimensión mítica de la que se valió para legitimarse y descalificar a otros, a la que sugestivamente ya no se alude.
El aparatoso despliegue de Martín Sabatella para notificar personalmente de la “adecuación de oficio” a “Clarín” se inscribe en la estrategia de mantener una iniciativa que tiene en las apariciones mediáticas de Ricardo Lorenzetti el principal escollo. El presidente del Máximo Tribunal admitió que el fallo no impide una nueva judicialización del proceso.
Como en un laberinto, los caminos devuelven al mismo punto de partida: el problema es que las nuevas tecnologías permite acortar los tiempos de cada recorrido.
El riesgo de ser arrollado es más inminente para quien pretenda regular el ritmo de ese tránsito febril. Si en algo coinciden todos es en criticar la lentitud de cualquier acción de una Justicia expuesta como pocas veces a uno de sus días más oscuros.
* Titular de “Planificación Comunicacional” (Universidad de Lomas de Zamora).