El reportaje de Jeffrey Sachs el sábado pasado merece una atenta lectura por su larga relación con la Argentina y sus estrechos vínculos con el Vaticano donde participó de la redacción de Laudato Si y las Naciones Unidas en temas relacionados con la Agenda del Desarrollo Sustentable. Las respuestas contienen múltiples elogios al Ministro Guzmán calificado como técnico y al método de renegociación de la deuda externa. Pero también incluyen referencias al Gobierno de Macri y como sorpresa una fuerte crítica al gradualismo como plan de largo plazo para reducir el déficit fiscal coincidiendo con los economistas ortodoxos. Con sus palabras dice “estuvo bien en general pero no se movió lo suficientemente rápido en materia de consolidación fiscal”.
Como sino bastaran sus afirmaciones anteriores, Sachs agrega que “políticas con infracciones menores como las de Mauricio Macri se convierten en crisis mayores de una manera en la que no ocurriría en casi ningún otro lugar del mundo”. La apreciación sobre la lentitud para reducir el déficit fiscal al igual que la recurrencia al FMI para continuar financiando el desequilibrio fue parte de la crisis porque alentó la desconfianza y la cerrada oposición al organismo que ahora bajo las mismas circunstancias extremas y con iguales actores merece una apreciación elogiosa.
Sachs sostiene que las continuas crisis constituyen un freno para enfocarse en temas de mayor profundidad que requieren al menos una década para dar resultados como el aumento de la productividad y la aplicación de ciencia y tecnología que permitan un cambio en la estructura productiva.
Al igual que lo hicieran los economistas que acompañaron a Macri efectúa una comparación con Australia para elogiar su diversificación aun contando con recursos agrícolas similares a la Argentina. Con un tono sarcástico agrega que América Latina es la región de abogados, novelistas, dramaturgos y siquiatras mientras Asia es la de ingenieros. En América Latina se habla de cultura, política y sociedad pero pocas veces de tecnología.
En esa misma línea, se podría coincidir que mientras en la Argentina el Gobierno convoca a filósofos admiradores de Laclau y Zizek para pronosticar la sociedad superadora del neoliberalismo, en Asia se aprovechan las condiciones para resolver los problemas de atraso y pobreza con resultados alentadores.
En el centro de la argumentación de Sachs para explicar las sucesivas crisis en la Argentina está el apetito por cubrir el déficit fiscal con endeudamiento, lo que termina siendo una “maldición a largo plazo” y perpetúa la dependencia económica y política. La clave del asesor del Papa Francisco está en poner los balances a cero, lo cual resulta imposible en un contexto de guerra política como la contemplada en el período 2016/19 donde prevaleció el control del poder y no las necesidades macroeconómicas.
Si bien Sachs se refiere a Donald Trump cuando dice que “los políticos no escuchan. No están capacitados. Son gente que piensa a corto plazo en el caso de que piensen”, también podría aplicarse a la situación argentina donde aún en condiciones extremas se prioriza la confrontación como una forma de consolidar la base de sostén siempre dispuesta a agitar banderas sectarias como una forma de destacarse camino al podio.
Las visiones del exterior aun en el caso de una personalidad comprometida como la de Jeffrey Sachs colaboran a entender mejor la situación nacional por estar despojada de intereses inmediatos. La Argentina al igual que América Latina viene retrocediendo en el escenario mundial desde la emergencia de Asia como alternativa para las inversiones en los nuevos sectores. Muchos abogados y muchos filósofos hacen de la Argentina un país placentero para discutir el futuro después del COVID pero no ayudan en nada para frenar la caída libre en el tobogán de la historia.
*Diplomático.