Con estas líneas intentaré dar una perspectiva que pueda servir para entender los diez años del pontificado del papa Francisco. Es una interpretación subjetiva, soy jesuita… nadie es perfecto y soy argentino… de nuevo, nadie es perfecto. Con respecto a la historia de los papas –no soy especialista, conozco la historia del universo–, podría decir que al menos hay dos interpretaciones posibles. Una de ellas, para decirlo brutalmente, es la de Game of Thrones, una larga lucha de búsqueda del poder por sí mismo para dominar y no para servir. Una segunda interpretación, en la que me considero incluido, es la que ofrece la mirada creyente que confía en la acción de Dios en la historia humana por más embarrada que pueda estar. La Iglesia católica está herida por el pecado y ha sido causa de sufrimiento para muchas personas, pero también busca ser instrumento de reconciliación y de cuidado de los más vulnerables. Dios escribe derecho en renglones torcidos. También creo que los papas más recientes han tenidos gestos creativos y disruptivos que no han sido aceptados muchas veces por los mismos católicos. Menciono a Juan Pablo II pidiendo perdón por los pecados de la Iglesia en 2000 y la renuncia de Benedicto XVI hace diez años, gesto de gran fortaleza y honestidad intelectual. Recordemos que en su momento se veía como una crisis en la Iglesia y en la institución del papado. Hasta Netflix se hizo presente con la película Los dos papas.
Para una posible lectura del pontificado de Bergoglio, ofrezco la categoría de la tensión entre el centro y las periferias que es la que vivimos los jesuitas desde nuestra fundación. Por un lado, los jesuitas profesamos una obediencia especial a los papas que están en el “centro” por lo que se refiere a las misiones, o sea, para ir a las “periferias” geográficas y existenciales. Por otro lado, estar en las fronteras nos da una perspectiva distinta de la que se vive en el centro.
En sus primeras palabras decía Francisco: “Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo...”. Bergoglio en su bagaje cultural e histórico traía la experiencia argentina para gobernar a la Iglesia católica, con todas las luces y sombras que tenemos los argentinos. Con la elección de su nombre quedaba claro que intentaba recordar a la Iglesia su vocación de Iglesia pobre para los pobres. También Francisco ha exhortado a ser una Iglesia en salida. Los católicos deberíamos estar más preocupados por lo que sucede en el mundo que por lo que ocurre en la sacristía. La Iglesia no puede estar centrada en sí misma, sino en su Señor Jesucristo, que se ha identificado con los más pobres. Basta recordar el capítulo 25 del Evangelio de Mateo.
Es el mejor papa posible para este momento de la historia de la Iglesia
De nuevo conviene hacer memoria. Su primer viaje apostólico fue a Lampedusa, en el Mediterráneo, donde habían fallecido trágicamente inmigrantes que trataban de entrar en Europa en busca de una vida digna. Decía Francisco: “Señor, pedimos perdón por la indiferencia hacia tantos hermanos y hermanas, te pedimos, Padre, perdón por quien se ha acomodado y se ha cerrado en su propio bienestar que anestesia el corazón, te pedimos perdón por aquellos que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que llevan a estos dramas”. Francisco ponía en el centro de la escena mundial a las víctimas inocentes de la historia que suelen estar en las periferias de la existencia. Son palabras incómodas. Francisco es un papa incómodo.
Una última observación sobre el papado de Francisco es que muchas veces sus gestos y palabras son mejor recibidos por los que están “fuera” de la Iglesia. Cuando en 2015 fue publicada la encíclica Laudato Si’ sobre el cuidado de la casa común, me encontraba en Estados Unidos para participar en una reunión informal de científicos, pensadores y periodistas organizada en los cuarteles generales de Google. En esos días el New York Times había publicado un editorial muy favorable y algunos de los participantes del encuentro me expresaban su impresión favorable de Francisco.
Muchas veces me preguntan mi opinión sobre el papa Francisco. Suelo expresarla en pocas palabras diciendo que es el mejor papa posible para este momento de la historia de la Iglesia. Creo que el próximo también lo será.
*Jesuita, doctor en Astronomía, Universidad Católica de Córdoba, exdirector del Observatorio Vaticano.