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biopoliticas

Un parque zoológico

Habiendo decidido caprichosamente, hace cuarenta años, en qué momento se considerará muerta a una persona, ahora Harvard se lanza a una definición y regulación de lo viviente de profundo alcance: lo que se llama una biopolítica.

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En 1968 el informe de una comisión especial de la Universidad de Harvard inventó el concepto de “muerte cerebral” que, a partir de entonces, se ha impuesto progresivamente (aunque no sin acaloradas polémicas) para determinar el delicado pasaje de todo lo viviente al océano oscuro de la muerte. Al haber desplazado al paro cardíaco como criterio de delimitación entre uno y otro estado, el Informe Harvard mostraba el carácter ni científico ni filosófico de la muerte, sino político (porque la muerte pasa a convertirse de esta forma en un epifenómeno de la tecnología del trasplante: el cerebro es el único órgano que no puede ser trasplantado).

En un artículo publicado el pasado 29 de marzo en el Washington Post, el eminente investigador en transmisión de VIH y sida Edward Green (de la Harvard School of Public Health) ha arriesgado la hipótesis (fundada en sus estudios de veinte años en Africa) de que el Papa tal vez tenga razón en su maníaca oposición al uso de preservativos como forma de contrarrestar el contagio de VIH. Green razona que el uso de una tecnología de profilaxis (el condón lo es) no necesariamente evita la propagación del virus porque, al sentirse protegida, la gente se entrega a formas riesgosas de sexualidad (sobre las cuales, lamentablemente, nada se nos dice).

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Como la tasa de propagación del virus no ha descendido en aquellos países que han aplicado agresivas campañas de profilaxis, Green concluye (y da como ejemplo el caso de la abstinente Uganda) que sólo la fidelidad monogámica “o al menos la reducción del número de partenaires” podría poner freno a la epidemia. “La fidelidad poligámica (la poligamia ‘cerrada’) también podría funcionar.”

Habiendo decidido caprichosamente, hace cuarenta años, en qué momento se considerará muerta a una persona, ahora Harvard se lanza a una definición y regulación de lo viviente de profundo alcance: lo que se llama una biopolítica.

El llamado papal a “humanizar la sexualidad” presupone que el modelo actual de interacción sexual es animal. Consecuente con ese presupuesto erróneo, los abogados de Harvard vienen a proponer, directamente, un parque zoológico cerrado.