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Alternativas

Un peronismo renovado es posible

28_11_2021_logo_ideas_Perfil_Cordoba
. | Cedoc Perfil

No se requiere ser especialista en temas económicos, sociales o políticos para saber que la Argentina como sociedad está al borde del abismo. Estancamiento económico, pobreza que castiga a la mitad de la población, desempleo, inflación que bate récord mundial, informalidad, inseguridad alarmante por el avance del narcotráfico, pésimos resultados educacionales, mala atención de la salud, viviendas precarias sin cloacas y con calles anegadas.

Para enfrentar este estado de situación se requiere de acuerdos políticos que reciban el apoyo de todos los sectores de la población, sin exclusiones. Y aquí es donde aparece la urgencia de recuperar y modernizar al peronismo, porque es la fuerza política que más reconocimiento obtiene de las mayorías populares en cuanto a preocuparse por los temas relacionados con sus necesidades materiales más elementales (trabajo, salarios, seguridad social, vivienda digna, entre otras). Las otras fuerzas centran sus discursos y propuestas en temas relacionados con derechos e instituciones, democracia y república, valores todos muy importantes pero que aquellos sectores que no llegan a fin de mes no están en condiciones de valorar adecuadamente.

Un peronismo que ha mostrado ser capaz de renovarse a lo largo de sus más de siete décadas de existencia y que puede volver a hacerlo. Una fuerza política que ha sido, durante esas décadas, un actor imprescindible en nuestra vida política, con errores y aciertos, aun en su época de proscripción. El primer gran cambo lo introduce el propio Perón en 1952, cuando toma conciencia de que la orientación económica que viene practicando ya no es viable e instala el criterio de atar los salarios a la “productividad”; dictando leyes que promueven las inversiones de empresas nacionales y extranjeras; e interviniendo en los salarios. Todo con un apoyo total y explícito de la CGT, acorde con la estrecha relación del líder con la masa obrera, que se ve ratificada cuando Perón expulsa de la plaza a los Montoneros, el 1° de mayo de 1974, con fuertes definiciones como las de “imberbes” y “estúpidos”.

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La derrota del peronismo en 1983 lleva a la renovación impulsada por Cafiero, a partir de la cual la designación de los candidatos queda a cargo de los afiliados y no pasa solo por la CGT, por la cual Menem le gana a Cafiero la representación por sus contactos con los líderes obreros. El peso del aparato sindical se entiende a partir de recordar que en realidad el movimiento nace por la conjunción de dos actores fundamentales: por un lado, la figura de un líder indiscutido; y por otro, un movimiento obrero que en octubre del 45 lo rescata de la isla Martín García.

Fallidos los intentos de Menem de imponer su “revolución productiva”, y en parte por sus conflictos con Duhalde, llegamos al gobierno de la Alianza y a 2001. Desde entonces el peronismo, carente de un líder fuerte en sintonía con las ideas de Perón, ha sido cooptado por quienes se consideraron herederos de aquellos imberbes que Perón expulsara de la plaza en 1974, apenas dos meses antes de morir. El resultado ya lo conocemos y lo padecemos: la instalación de un modelo que sustituye el mundo del trabajo por un asistencialismo prebendario que pone en riesgo no solo la democracia sino nuestra existencia misma como sociedad.

La aparición de un grupo de dirigentes que plantearon la alternativa de un peronismo republicano fue el primer atisbo de que una nueva modernización de esta fuerza era posible. Y ahora la asunción como diputado de Florencio Randazzo, que se integra a un interbloque con diputados de la Córdoba de Schiaretti, socialistas santafesinos y otros que se referencian con Lavagna, vuelve a activar las posibilidades de ese peronismo moderno que tanto necesita el juego político en nuestro país. Una renovación que habla de reformas esenciales en línea con lo que se requiere para superar nuestras trabas estructurales, entre ellas las referidas a cambios en la legislación laboral (para los nuevos empleos), en sintonía con los principios básicos de un modelo basado en el trabajo genuino y no en un asistencialismo alienante como es el que está en la base del populismo kirchnerista.

*Sociólogo.