Tras un 2012 negativo en materia económica –estancamiento con inflación elevada– las expectativas de recuperación se trasladaron a este año. Sin embargo, el primer trimestre de 2013 cerró sin señales claras de repunte de la actividad y con decisiones de política económica que profundizaron la incertidumbre.
La recuperación se postergó –nuevamente– por el deterioro simultáneo de tres frentes clave.
En primer lugar, los factores exógenos ya no lucen tan favorables como hace medio año. Producto de la sequía durante el verano, las estimaciones de la cosecha gruesa han sufrido importantes recortes. Por caso, lejos de alcanzar 55 millones de toneladas (Tn.), la producción de soja se ubicaría en torno de las 48 millones de Tn. Asimismo, el precio internacional del poroto se ubica más cerca de los US$ 500 x Tn., que de los US$ 600 x Tn. del tercer trimestre de 2012.
Además, si bien este año se enfrenta un menor pago de vencimientos de deuda pública (casi US$ 3.000 millones menos que el año pasado por el no pago del cupón de PBI), en algunos días habrá una respuesta concreta respecto del juicio con los holdouts. Las perspectivas no son muy alentadoras por lo que hay chances de que el acceso a los mercados financieros internacionales se cierre por completo.
Por suerte, la esperada recuperación de Brasil se afianza sosteniendo las perspectivas de repunte de la industria local, especialmente la automotriz. De todas formas, la expectativa de crecimiento de nuestro vecino se ubica en 3%, debajo del 4% previsto a fines de 2012.
Si bien es cierto que el viento de cola externo perdió intensidad, su aporte sigue siendo positivo. En cambio, los problemas internos están jugando en contra de la recuperación ya que en los primeros meses del año recrudecieron las presiones inflacionarias y cambiarias.
La fuerte suba de precios de enero puso en jaque la estrategia de aplicar incrementos salariales en torno del 20%. Para evitar el naufragio de la pauta oficial, el Ejecutivo avanzó con el congelamiento de precios en supermercados y otros comercios, logrando moderar la inflación durante febrero y marzo. Pese a que los acuerdos se prolongaron hasta fines de mayo, esta estrategia sólo sería efectiva en el muy corto plazo.
Por último, las presiones cambiarias volvieron a recrudecer en marzo tras el anuncio de mayores impuestos al turismo en el extranjero. No sólo se observó un nuevo pico del dólar blue –superando holgadamente los 8$/US$– sino también una fuerte caída de las reservas durante el trimestre (cercana a los US$ 2.500 millones).
A sólo siete meses de las elecciones legislativas, el Ejecutivo deberá revertir la anemia que presenta la actividad y el consumo, si quiere potenciar su resultado electoral. Para ello, será clave adoptar rápidamente medidas que moderen la suba de precios y las crecientes presiones cambiarias.
En el frente inflación/salarios, se estaría buscando que las paritarias cierren, a diferencia de 2012, lo antes posible para que las subas nominales impacten positivamente antes de octubre. En la medida que el congelamiento de algunos precios modere la inflación, puede ocurrir una mejora transitoria del poder adquisitivo de los trabajadores.
El riesgo de esta estrategia es que pocos gremios están dispuestos a acatar la pauta oficial, potenciando la conflictividad laboral. Y si aceptan ajustes cercanos al 20%, la suba puede quedar corta frente a la inflación una vez terminado el congelamiento de precios (posible reapertura de paritarias a fin de año).
En el frente cambiario, el Ejecutivo tiene que conseguir antes de los comicios los dólares de la cosecha agrícola para revertir la caída de las reservas y, simultáneamente, lograr la calma en el mercado informal. Para ello deberá incentivar la liquidación de divisas, moderar la emisión monetaria, subir las tasas pasivas de interés para fomentar el ahorro en pesos y apuntalar la oferta de dólares en el informal para revertir shocks puntuales de demanda.
La probabilidad de un repunte del 3% de la actividad es aún elevada, pero para que este escenario se materialice el Ejecutivo deberá sumar certezas y evitar una expansión del gasto vía emisión que potencie las presiones cambiarias e inflacionarias existentes. Si no se logra revertir el actual curso, la performance económica de 2013 será apenas mejor que la del año pasado.
El día después. Queda claro el rumbo de la política económica en los próximos meses, pero un manto de incertidumbre se extiende sobre el día después de las elecciones. Visualizar lo que nos pueden deparar los últimos dos años del actual mandato presidencial es realmente complicado, pues el margen de maniobra económico para 2014/’15 luce muy acotado.
Los parches implementados pueden ser efectivos de cara a las elecciones, pero no en el mediano plazo. Por caso, eventualmente el congelamiento de precios tendrá que desarmarse pese al riesgo de acelerar nuevamente la suba de precios.
Asimismo, cuando los dólares de la cosecha agrícola hayan efectivamente entrado, habrá que sortear una vez más varios meses de tensión cambiaria hasta la exportación de una nueva campaña agraria.
Entonces, el riesgo de enfrentar un escenario adverso de estancamiento con aceleración de la inflación y/o una brusca devaluación del tipo de cambio oficial no es despreciable.
Un punto crucial para la futura estabilidad es que en 2013 –año con menores vencimientos de deuda pública, aumento de las exportaciones y mayores restricciones a la demanda de dólares– se logre frenar la sangría de reservas ya que tres años consecutivos de caídas sería una muy mala señal.
También es clave evitar un mayor atraso cambiario. Esto significa que la depreciación oficial debería ubicarse en torno de la inflación real. Pero lograrlo sin exacerbar las subas de precios no es nada sencillo, especialmente si el déficit fiscal sigue cubriéndose con emisión.
Esto nos lleva a un tercer y último elemento decisivo: el Ejecutivo deberá desacelerar el ritmo de la expansión del gasto para no exacerbar la emisión del Banco Central. Vale destacar que el margen para mejorar las finanzas públicas vía suba de impuestos es acotado (la presión tributaria ha alcanzado niveles récords).
La hipótesis de máxima sería que tras las elecciones el Gobierno encare los cambios estructurales necesarios para potenciar la inversión, variable clave para retomar el sendero de crecimiento con inclusión social. La de mínima, que no falle en estos tres puntos cruciales para evitar una crisis económica.