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PANORAMA

Un presente jugando en contra y un futuro jugando a favor

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En la primera página de la revista The Economist se podía leer algo parecido a “fundada en 1846 para formar parte de las fuerzas de la inteligencia que luchan a favor del progreso, contra las fuerzas de la ignorancia que tiran para atrás”.

Parafraseando, se podría decir que el clima sobre 2015 que predominó entre mis colegas y “no colegas” que formaron parte de la reunión sobre perspectivas económicas que organiza PERFIL cada año fue algo así como: “Un año cuyo destino se debatirá entre las fuerzas de las expectativas de un próximo gobierno mejor, en su lucha contra las fuerzas de un gobierno dispuesto a profundizar las distorsiones y los problemas de estos años, con tal de aguantar sin tener que realizar un ajuste de fondo”.
Coincido, el destino de 2015 quedará signado por esta batalla.

Quedó claro del primer bloque (Tetaz-Vasconcelos) que el Gobierno trata de mantener el escenario actual, con atraso cambiario, estos precios relativos, restricciones cuantitativas, cuidando reservas y consiguiendo dólares de donde pueda. Es decir, un escenario con recesión moderada e inflación “controlada”, sobre la base de una prolongación de la política fiscal, monetaria y cambiaria, de estos meses. Allí dos puntos para destacar, la visión de Tetaz sobre la evolución del consumo, dependiendo de un dólar “quieto”, y de negociaciones paritarias tendientes a recuperar la pérdida de este año frente a la inflación, y la idea de Vasconcelos de que mientras el mercado financiero va a empezar a anticipar al gobierno “mejor” de 2016, el sector real de la economía seguirá sufriendo, hasta que no quede claro cuáles serán los precios relativos futuros.

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Mis propias dudas. ¿En qué medida paritarias “agresivas” son compatibles con un escenario de inflación parecido al de estos meses? ¿Qué predominará en las expectativas del mercado financiero, el mejor gobierno que se viene, o la dureza de las medidas que tendrá que tomar, una vez asumido, dada la herencia? (atraso cambiario, por ejemplo).

 Metidos en la micro regional y de las empresas, Schuster, Giacomini y Arrigoni bajaron el diagnóstico macro, con el mismo sesgo, el mantenimiento del escenario actual. Problemas de rentabilidad, nula inversión, algo de aumento del desempleo y esperanzas respecto de que, entrados a 2016, estarán disponibles medidas para restablecer el crecimiento. Allí, tres cuestiones.La advertencia de Schuster respecto de una sociedad argentina que, en su mayoría, no es partidaria de una economía capitalista de mercado, lo que limita la acción del próximo gobierno. El llamado de Giacomini a una reforma tributaria en serio y su descripción de los problemas regionales. Y, finalmente, la reflexión crítica de Arrigoni, contra el dogmatismo, de cualquier signo y su invocación a una política económica pragmática, y su comentario respecto del surgimiento de ofertas de crédito externo para las empresas ya ahora. Los tres coincidieron, otra vez, con que la esperanza de un nuevo gobierno modera las decisiones de las empresas en materia de ajuste de personal o cierres de plantas. Mi agregado.

¿Cómo se reconvierte un empresario dedicado durante los últimos años más a sus relaciones con el Gobierno que a su tarea de innovar y producir, y conquistar mercados?

En términos de financiamiento, el “exitoso” canje de días pasados genera dudas sobre qué va a hacer el Gobierno con los holdouts. Allí aparece la visión de Secco, escéptico respecto de una negociación, y la alternativa de Tombolini, sobre el “pragmatismo peronista de la Presidenta”, citando Club de París o el caso Repsol, y la reflexión de Alvarez, en línea con el primer bloque, respecto de que este gobierno se está concentrando más en tratar de ganar tiempo financiero que en arreglar los problemas de la economía real.

Agrego en síntesis. El plan político del Gobierno es llegar a fines de 2015 arriando la menor cantidad de banderas posibles y sin crisis “a la 2001”. En ese sentido, curiosamente, las expectativas sobre un próximo gobierno mejor juegan a favor para ayudarlo a aguantar. Sin embargo, en la medida en que aguantar implica profundizar los problemas a futuro, en especial el atraso cambiario, y que los argentinos preferimos pasar dolarizados las elecciones (Secco dixit), el mayor riesgo es que la bomba que está armando ahora podría explotarle antes de tiempo.
Veremos.