Seguramente tardemos mucho tiempo en dimensionar las consecuencias de esta pandemia. Hoy nos invade el miedo hacia lo desconocido y la prioridad absoluta es cuidar nuestra salud y la de la gente que nos rodea. Lo que está claro es que muchas cosas van a cambiar, no sabemos bien cómo, pero el impacto en todo el mundo será brutal, sobre todo a nivel económico. Los futboleros somos muy de pensar que el mundo gira en torno a una pelota y hoy la realidad nos esté pegando un cachetazo, pero en este caso se trata de algo más profundo: la industria que rodea a este deporte le da de comer a mucha gente y hoy está totalmente paralizada.
Sabemos que en los casos más visibles, que son los futbolistas de la élite europea que vemos a diario ostentar sus mansiones en las redes sociales, hubo acuerdos con los clubes para establecer rebajas salariales. Supongo que hasta pasa por una cuestión moral de saber que los empleados de las instituciones que representan pueden estar pasándola mal y a ellos la crisis no les va a hacer ni cosquillas en sus cuentas bancarias. Pero son casos extremos, en los más terrenales no hay que dejar de lado que se trata de trabajadores y que no tienen por qué hacerse cargo de las crisis. Ni hablar si ponemos el foco en Argentina.
La declaración que encendió la mecha a nivel local fue de Carlos Tevez, quien aseguró que “cualquier jugador de fútbol puede vivir sin cobrar hasta un año”. Un sinfín de futbolistas, sobre todo del ascenso o de equipos menores, le hizo saber que su mirada de la realidad no los incluía. Y aunque parecen palabras desafortunadas, teniendo en cuenta que no todos tienen su misma trayectoria en el fútbol, no creo que haya tenido mala intención.
La visión más acertada de todas fue la de Jorge Amor Ameal, que se mostró en contra de que los contratos profesionales tengan que verse afectados. “Ningún empleado de mi club va a sufrir un recorte en su salario. Este es un tiempo difícil para todos. No estoy de acuerdo en bajar los sueldos”, manifestó el presidente de Boca. Y sumó un palito para otros colegas: “Hay muchos clubes que firmaron contratos imposibles de pagar y aprovechan el coronavirus para rebajar los sueldos”.
Esas declaraciones no hacen más que poner luz a una crisis que algunos dirigentes quieren disfrazar con la pandemia, pero que tiene larga data. Y la culpa no es sólo de quienes fallan en la administración, es también de una AFA permisiva que lejos de castigar los malos manejos, muchas veces utiliza esos desajustes para perdonar fallos y rosquear políticamente.
Tampoco hay que olvidarse del servicio a la comunidad y el rol social que tienen los clubes en Argentina. Fue una gran noticia que el Estado incluya a algunas instituciones deportivas en el programa REPRO, que está pensado para empresas, pero que esta semana incluyó a Ferro en una asistencia que le permitirá abonar buena parte de los sueldos de los empleados, exceptuando futbolistas y cuerpos técnicos.
Sin dudas estamos ante una situación atípica y totalmente inesperada que nos hace reflexionar y que, en el caso de nuestro fútbol, debería ser el punto de inflexión para pensar en una economía más acorde a la realidad de nuestro país.