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Moralejas

Un seguidor de Kafka

Una vez, sentado en la sala de espera de un consultorio y sin libro alguno a mano para leer (no era tiempo aún de la idiocia celular), traté de entretenerme hojeando las páginas de una revista femenina.

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Una vez, sentado en la sala de espera de un consultorio y sin libro alguno a mano para leer (no era tiempo aún de la idiocia celular), traté de entretenerme hojeando las páginas de una revista femenina. Pero no había modo de que me capturaran esas páginas repletas de modelos con cara de sobredosis de heroína y prendas caras, ni me levantaban el humor los consejos de sexólogos y nutricionistas.

Cerca ya de la desesperación, me topé de pronto con una columna de Paulo Coelho. Podría decir que pasé ante la revelación y me di cuenta. Coelho es un autor dotado: tríplex en Ipanema, viajes por el mundo, y cada tanto un libro que engrosa su cuenta bancaria a fuerza de refritos de cuentos zen simplificados y alegorías vacuas. Pero en este caso su operación poseía mayor complejidad.

En la serie de permutaciones que supone la literatura (un arte combinatoria) nunca antes me había encontrado con una lectura como la suya, que transformaba el cuento Ante la ley, de Kafka,

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un apólogo perfecto del diferimiento y la imposibilidad de acceso, en un ejemplo de autoayuda. Donde Kafka sitúa al carcelero diciéndole al hombre que agoniza en la espera que la puerta custodiada estaba hecha sólo para él, y que nunca la franqueará, Coelho lo vuelve un amigo que le aconseja: “Adelante, para conseguir lo que deseas sólo tienes que atreverte”. Moraleja que preanuncia a Donald Trump, hermoso personaje para incluir en una versión corregida de América, la primera novela del propio Kafka.