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Tercera edad

Geriátricos: un segundo hogar

El dilema que vivimos cuando comprendemos que nuestros adultos mayores necesitan un cuidado profesionalizado que sus hogares no le pueden brindar.

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Las medidas en dichas instuticiones son vitales para cuidar al grupo de riesgo de mayores de 65 años. | Cedoc Perfil

Según el filósofo y periodista Josep Ramoneda, estamos inmersos en una cultura de la incertidumbre. Si esto es así  -y parece serlo-  la función primigenia de la cultura  -que es fijarle un marco de realización al ser humano- podría tender a desvirtuarse toda vez que la noción de límite o prohibición requiere de certezas más que de las dudas que implica toda situación de incertidumbre.

En el fondo, lo que nos preocupa es nuestra realización personal y, en su caso, el de aquellas personas que, por la razón que fuere, están a nuestro cargo. Nos preocupa, en este último caso, el cuidado psíquico del sujeto y procuramos que el entorno social en el que desenvolvemos nuestra vida sea el apropiado para que ese cuidado sea eficaz.

Una definición clásica dice que la cultura es nuestra segunda naturaleza, pues ella debería proporcionarnos aquel marco de referencia. Freud, siguiendo esta misma línea,  hacía referencia  a las dos leyes primordiales (ley del incesto y parricidio) como límites que el entorno cultural occidental le impone a la conducta humana para hacer posible la vida en sociedad.

Creemos que, pese a las dificultades que presenta el mundo de hoy, la voluntad, la buena fe y la idoneidad profesional para la tarea que nos proponemos nos han de permitir la superación de todos los obstáculos, por duros y fuertes que éstos sean. No todo es incertidumbre, entonces, y nuestras seguridades han de verse expresadas en el trabajo que realizamos, es decir, en su buen resultado.

Si tenemos en cuenta que en los últimos 60 años los avances en la tecnología generaron cambios sociales de envergadura; y si analizamos los cambios que hay en las ciencias de la salud, constatamos que ello ayudó a que cada vez haya más personas que llegan a una edad avanzada  (4ª edad) en buen estado de salud físico y mental.

Esto nos enfrenta a un gran número de adultos mayores que viven en la incertidumbre de nuestra sociedad y que por los vaivenes de la vida se encuentran no protegidos y con necesidades de cuidado.  Por ello, en el día a día se comprueba cómo personas de la 4ª edad  vienen a consultar por una residencia. Y el principal motivo de consulta es la imposibilidad de recibir en sus hogares la atención que necesitan.

Y aquí aparece una noción compleja pero actuante en la vida presente y cuya puesta en escritura y contexto es el motivo de esta nota: el lugar social que tienen las residencias geriátricas en el momento actual en Argentina. 

Ya sea que el enfoque y la concepción que presidan la institución sea más sanitarista o más social, lo cierto es que una residencia es un sustituto del hogar donde hay personas que brindan un servicio profesional no sanitarizado.

Se trata de un punto fundamental que será necesario tener presente cada vez que nuestros adultos mayores requieran dar el paso a un cuidado profesionalizado que en sus hogares no se les puede brindar.

(*) Licenciado en Psicologìa. Director Institucional de una residencia geriátrica.