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Un solo gesto

Del debate en el Congreso bastaría ver las caras, los gestos para vislumbrar que en contra de la legalización del aborto no hubo argumentos, sino ideas regidas por el dogma, la pasión, lo inexplicable, el odio.

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Del debate en el Congreso bastaría ver las caras, los gestos para vislumbrar que en contra de la legalización del aborto no hubo argumentos, sino ideas regidas por el dogma, la pasión, lo inexplicable, el odio. Ninguno de los diputados provida derramó una lágrima cuando perdieron su cruzada decimonónica. Si fuera teatro, la escena estuvo mal actuada. ¿No era realmente cuestión de vida o muerte su pregón? ¿Dónde está el alma resquebrajada, cómo se expresa tal derrota? ¿Valía además revertir el voto a último momento por órdenes de arriba?

La cara de odio de Carrió, que llegó un ratito antes de votar para ahorrarse el debate (le pagamos entre todos el sueldo por turno completo), es una buena foto para entender lo que sucede: no hay argumentos biológicos ni sociológicos ni empáticos más que la magia, la catequesis, la negrura. La legislación sobre un asunto que flagela a miles de mujeres fue urgente y necesaria en casi todos los países a los que se mira como modelo. Pero acá no.

Otra buena foto fue la respuesta espontánea, orgánica, de la actriz Jorgelina Aruzzi en la eterna comilona: “No aborte, Mirtha; si está en contra, no aborte”. Mirtha en persona, también actriz, que puede prescindir de la ardua decisión de abortar, sobreactúa con cara de Carrió el pedido de respeto a su opinión cuando paradójicamente no parece respetar las opiniones de sus propios, aleatorios invitados. Todos opinan sobre algo que no los afecta directamente. Un solo gesto casual y exacto de Aruzzi lo puso para siempre en evidencia, esa evidencia inmediata que vive en el misterio del gesto humano.

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