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Un triunfo sobre el escepticismo

Anuncian tiempo bueno y cálido en Córdoba y los pronósticos favorecen a Boca: es posible que a la hora en que las estrellas se hagan visibles, los xeneizes hayan sumado otro fulgor a su riquísima historia.

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Victor Hugo morales |
Anuncian tiempo bueno y cálido en Córdoba y los pronósticos favorecen a Boca: es posible que a la hora en que las estrellas se hagan visibles, los xeneizes hayan sumado otro fulgor a su riquísima historia. Considerando todo el torneo y su triunfo claro ante los Estudiantes, nadie podrá decir que es una injusticia. Pero en todos habita la sensación de que el equipo de Simeone sería un simpático y notable campeón. Que su racha de triunfos y muy buen juego merece el premio porque es el mejor equipo del momento. Sin embargo, no es culpa de Boca el comienzo irregular del equipo de La Plata y es un mérito indiscutible que esa arremetida de las diez victorias en serie Boca supo afrontarla con un carácter que vino a suplir el debilitamiento de su plantel. Boca no fue en los últimos meses aquel equipo de superestrellas que ganaba por la decantación de los hechos. Tuvo que inventarse de nuevo y lo ha hecho con grandeza, con el coraje de La Volpe y el profesionalismo de un plantel habituado a los éxitos. Atravesó un cambio de técnico, sobrellevó lesiones de los titulares con juveniles que hasta ayer sólo conocían los habitués de los partidos de reserva. Y se mantuvo con un decoro infrecuente en estos casos. Las conquistas de estos años, un tributo a la lógica, tienen, de confirmarse en Córdoba o ante Lanús la próxima semana, nuevos ingredientes. El título se ha cocinado con un material disminuido pero con muchas ideas que antes no tenía, acaso por innecesarias. Hoy, no es el fruto de la inspiración alternada de sus grandes jugadores, sino de una fortaleza acunada en destacables aspectos tácticos, en un juego de conjunto que ha ofrecido al hincha de Boca una lectura por debajo de la superficie de los hechos. Tanto, que hubo de aprenderlo de nuevo. Y lo hizo derrotado, antes que a los rivales, al propio escepticismo. Cuando La Volpe se negó a robar, a sentarse en el banco para ofrecer su perfil mexicano a la televisión y basta, los que le exigían ese comportamiento absurdo se dijeron que el hombre estaba equivocado: no se tocan los éxitos. Lo decían sin considerar lo que la pasión y los trofeos impiden advertir: Boca empezaba a ser una sombra de sí mismo. Cuando Estudiantes y River le salieron al cruce, la fortaleza del nuevo equipo, construido sobre la marcha y sin protección de plateas y populares y menos del periodismo de los lugares comunes, sostuvo su rendimiento y aplastó a la desconfianza. Con Maidana, Silvestre y Cahais, con Bertolo, Boselli y Franzoia. Con el defenestrado Mellizo. Recuperando capitales muertos en Dátolo y Marino. Con la bandera de Morel, que se inventó a sí mismo. No es tan lógico, como lo es siempre al cabo de los últimos años, que este Boca sea el campeón, si lo es. En transición, su material decayó y sus méritos han sido más nobles. De no ser así, se hablaría de lo mismo de siempre: Boca y River, que del 86 al 96 obtuvieron el 33 por ciento de los torneos, en los últimos diez años si Boca gana éste tienen el 71,5 por ciento de los campeonatos jugados. Años signados por ese formidable actor que se llama Julio Grondona. Su actuación de la semana, entrando al Tribunal de Disciplina a reclamar sin desearlo que continuara Independiente-Racing para que el Tribunal Que Da Pena le dijera que no, mostrando su independencia de criterio, es digna de Alcón. Y tiempos de la gran estafa de la televisión robándose todo, han sido muy fáciles para Boca y River. En los primeros 65 años del profesionalismo Boca le sacó a Independiente una ventaja de 153 puntos. En los últimos diez años la diferencia es de 194 unidades. Este año, Boca y River, sumados, superan por 9 puntos a los que, juntos, acumularon Racing, Independiente y San Lorenzo. Desaparecidos los otros grandes por la complicidad de dirigentes nefastos y entregadores, a veces Vélez (siempre tan digno), una vez Gimnasia, ahora Estudiantes, excepciones puras, fueron la única oposición al triunfo irreversible de la lógica. Por eso, si en esta ocasión Boca es campeón, merece más respeto. Es por la vía del fútbol y no de las riquezas insolentes que será explicada su vuelta olímpica. Al bajar de peso, los xeneizes ofrecen otra gracia a un medio acostumbrado a celebrar como grandes los triunfos de Tyson sobre un peso mosca. En ese mérito, en esa debilidad, residen las escasas esperanzas de Estudiantes para hacer valer en la historia no sólo los elogios que igualmente se le tributan, sino también ese paseo soñado de la vuelta olímpica.