El proceso electoral actual basado en boletas de papel menoscaba por naturaleza el ejercicio de la opción electoral así como facilita la subsistencia de prácticas fraudulentas que conspiran contra este derecho básico de un sistema democrático.
En primer término, la boleta de papel socava en su naturaleza el derecho al voto porque la propia logística de impresión y reparto en distritos multitudinarios como la provincia de Buenos Aireses una barrera de entrada que termina estimulando la concentración de la oferta electoral en grandes fuerzas que cuentan con un aparato diseminado a lo largo del territorio.
En la práctica, este proceso de convergencia política fuerza a los dirigentes de distritos más pequeños a encolumnar su propuesta detrás de los partidos políticos centrales que amenazan la oferta política local con el efecto arrastre que puede tener una boleta de grandes figuras políticas.
En segundo lugar, la boleta de papel favorece un sinnúmero de prácticas fraudulentas catalogadas como “voto cadena” o “embarazo de urnas”, y uno muy elemental que fue advertido por el propio presidente Macri: “Algunos entran flacos y salen gordos del cuarto oscuro”.
En resumen, no hay margen para discutir la oportunidad de incluir el voto electrónico en una versión similar a CABA o Salta, e incluso encarar la implementación de la urna electrónica, que también incluya el proceso de recuento de votos en una modalidad similar a Brasil o Venezuela.
Ahora bien, el mejor dispositivo electrónico asegura orden, prolijidad y la minimización de prácticas fraudulentas alrededor de las boletas de papel, pero no le brinda al votante por sí solo un mayor control de la oferta electoral de los partidos políticos.
En este sentido, debe aprovecharse las experiencias que dejaron las elecciones del año pasado, donde dos de las tres fuerzas líderes, el PRO y el Frente Renovador, fueron construcciones políticas montadas a partir de un anclaje territorial sui géneris proveniente de retazos del radicalismo y del peronismo pero también sobre liderazgos específicos que trascienden a los partidos.
El fenómeno más emblemático en este aspecto es María Eugenia Vidal: obtuvo 3,5 millones de votos en las elecciones generales de octubre de 2015, acrecentando su caudal electoral en 1,3 millones de votos desde la PASO, una evolución que no puede explicarse por una migración de votos desde el Frente Renovador (apenas 200 mil votos), por la tracción de una boleta presidencial que obtuvo 500 mil votos menos que la fórmula a gobernador o por la transferencia de votos desde un FpV que mantuvo un caudal idéntico de votos respecto de las PASO (3,1 millones), sino por la concurrencia a las urnas de un millón de votantes adicionales entre las PASO y la elección general.
Ergo, el proyecto debe contemplar que los votantes evalúan la oferta electoral cada vez más en función de figuras que trascienden la lógica partidaria, el Gobierno no tiene que ser tímido en abrir la discusión para que este primer paso de la reforma política prevea la redefinición del sistema de elección de legisladores a través de listas sábana donde el votante tiene que adherir a libro cerrado a una nómina completa.
La disyuntiva más sólida a estudiar, con abundantes antecedentes legales tanto de tradición liberal como peronista (leyes 4161 y 14.032 de 1904 y 1951), es el sistema de fraccionamiento del territorio al estilo americano o inglés, la circunscripción uninominal.
Sin embargo, este método tampoco es la panacea y pueden evaluarse opciones como la manifestación de preferencias o tachas con relación a cada candidato a legislador incorporado en la lista e incluso un esquema mixto que combine el actual dispositivo de lista proporcional con el sistema de circunscripción uninominal, es decir, una arquitectura electoral estilo Alemania, país donde cada ciudadano vota tanto partidos como candidatos.
*Politólogo.