COLUMNISTAS
dicotomías

Una antinomia que sí

Bilardo y Menotti
La rivalidad entre ambos entrenadores. | x

A la inteligencia de César Menotti le debemos varios de los momentos más valiosos y estimulantes de ese verdadero deporte nacional que consiste en hablar de fútbol, que es casi tan popular como el fútbol mismo, y a veces puede que lo sea incluso más. En este asunto, no menos que en otros, la inteligencia se calibra mucho mejor en los desacuerdos que en las coincidencias, al discrepar que al confluir. Porque es obvia y previsible la inclinación a dar por inteligentes a los que piensan lo mismo que uno, lo que por ende no garantiza nada. Y porque es teniendo que refutar cierta argumentación no compartida que es posible poner a prueba su consistencia, la solidez con que está hecha, cuánto exige a su eventual refutación.

Este tiempo propende sin dudas al fervor de los binarismos (sin las ventajas que, otrora, supusieran para el estructuralismo; y sin las objeciones que, para su puesta en cuestión, apuntaron los posestructuralistas). En la mayoría de las antinomias al uso imperan los reduccionismos y los mecanicismos más rígidos; el intercambio virulento de improperios suple sin conflicto alguno al hábito de la discusión, incluso en sus variantes más enfáticas o acaloradas; y en las posturas que se asumen, aunque con vehemencia, suele no haber esa convicción arraigada que en principio se suponía (con qué facilidad desertaron por caso los acérrimos defensores del orden de mérito, apenas pasada esa onda los alentaron a vilipendiar al Conicet; con qué facilidad desertaron los acérrimos defensores de las formas republicanas, cuando quien se dedica a pisotearlas pasó a ser Javier Milei; etc., etc., etc.).

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En cambio, y en comparación, encuentro muy bien sustentada y considero por demás pertinente la antinomia entre Menotti y Bilardo (con su precedente ineludible, que es la de Menotti y el Toto Lorenzo). Ahí damos con buenas razones y respaldo argumental. Por lo pronto para postular ciertos esquemas, si 4-3-3 o si 3-5-2; para sostener la marca en línea y con achique hacia el medio o las marcas personales con líbero y stoppers; para validar el ataque con wines o para decretar, a lo Nietzsche, que el wing ha muerto y no corre más. Y en un sentido aún más amplio, para confrontar ideas y valores: si la especialización o la polifuncionalidad; si la apertura a la inspiración del talento o si la apretura de la planificación y la disciplina (y sus respectivas gradaciones o combinaciones); si un afán de actualización en presente o un apego a la tradición y a la identidad; si el rendimiento subsumido en la belleza o si la belleza sometida el rendimiento.

Porque esta dicotomía estuvo en verdad bien planteada y bien desarrollada, es que pudo superarse en el tiempo (para algunos, con Marcelo Bielsa; para otros, con Carlos Bianchi; para otros, con Scaloni), en un movimiento que sin exageración cabe definir como dialéctico. A diferencia de esas tantas otras que, por el contrario, al entablarse sobre una base de encono autotélico, tienden a estancarse empantanadas en la más pura esterilidad.