La candente mañana en la que el Seleccionado argentino debutó en el Mundial de Sudáfrica, amaneció nublada con las calles de la Capital Federal cubierta de una niebla espesa que parecía salida de la fantasía de Stephen King –esas nieblas que se devoran todo a su paso cambiando radicalmente la vida de los humanos–. A mí me pareció que el fenómeno climático se debía a que el Panadero Díaz, ladero del Coco Vacila, se había dedicado a espolvorear la ciudad con todo el talco cabulero que le quedó en depósito, sin usar, después de que Maradona inició su avance hacia el puesto de DT de la selección nacional y los dejó a ellos fuera de la tierra de Nelson Mandela.
Y hoy, desde bien temprano, todo fue Nelson Mandale: mandale saludos a Toti Pasman después del gol de Heinze, un jugador que hasta tiene un sitio en Facebook que se titula “Yo odio a Heinze”. Un defensor cuestionado como pocos, que salió de la galera de Bielsa hace ya muchos años y que tiene un apellido que le hace pensar a uno en una marca de cerveza importada: ¡Tomate una Heinze bien helada! Hace muchos, muchos años, en una galaxia muy lejana, la revista El Gráfico tituló una nota a mostaza Merlo de esta manera: “En la calesita de la fama, Merlo nunca sacó la sortija”. En un mediocampo extraordinario formado por J.J. López y Alonso, Merlo aportaba la fuerza, la marca, pero no tenía imagen, no era cool. Heinze tampoco es cool. La usina disparatada de rumores de este Mundial, dice que juega porque su representante es el mismo que el de Maradona. Anoche, en un bar, unos tacheros, mientras apuraban unos choripanes, conjeturaban que el Gringo jugaba porque era el “rey de las camarillas” y que, como Maradona es un tipo camarillero, sentía debilidad por ese costado del ex Manchester United. Toti Pasman, el periodista deportivo que se hizo famoso porque Maradona en una conferencia de prensa le dijo “que la tenía adentro”, se decidió a asumir el rol de Sanfilippo joven e intentó incomodar a Heinze en la conferencia de prensa previa al partido.
Le preguntó al Gringo qué sentía al ser un jugador tan cuestionado por esa entelequia que, a partir del Bicentenario, todos llaman “la gente”. La respuesta de Heinze fue memorable. No por certera, ni contundente, sino porque –fastidiado, nervioso– prorrumpió en un largo monólogo que se encerraba en sí mismo y que parecía verdadera literatura de vanguardia. Pero lo cierto es que ante una defensa de Nigeria muy infantil, el Gringo ganó arriba y puso a la Selección de Maradona –y a todo el Gordismo incondicional– en éxtasis. En un partido chato, lo mejor para destacar fueron los latigazos del talento de Messi, que esta vez no se perdió en la intrascendencia ni intentó hacer el gol imposible a cada paso. Cuando le pedís una Coca Cola a un mozo y no tienen, ellos te retrucan ¿pessi puede ser? Y sí, Messi esta vez puede ser. Yo no creo que haya que argentinizar a Messi.
La mayoría de las grandes glorias de nuestro país, precisamente, no fueron argentinas. Lacan decía que la mujer no existe. Yo creo que lo podríamos parafrasear con un “la Argentina no existe”. ¡Cuánta libertad después de esta consigna!
*Escritor y periodista.