Mas allá de la polémica y la conmoción suscitada por los linchamientos, tenemos que partir de que son una lamentable realidad en la sociedad argentina.
Y que lo importante es entender cuáles con las causas que originan este tipo de comportamiento social para poder erradicarlos.
¿Por qué estos casos en Buenos Aires, Rosario, Santa Fe, Córdoba, Río Negro y La Rioja? ¿Por qué ocurren también en países como Bolivia, Guatemala y México? ¿Y por qué no en países como Estados Unidos, Australia, España o Francia, por sólo poner algunos ejemplos?
Comencemos por analizar el concepto de contrato social y la formación del Estado.
En 1648, la Paz de Westfalia finalizó con la Guerra de los Treinta Años y dio origen al Estado moderno. Estos fueron entendidos como resultado del contrato social planteado por Thomas Hobbes.
El hombre, para escapar de la miseria y la barbarie, comenzó a vivir en comunidades con el objetivo principal de proveer seguridad a sus integrantes.
Los Estados son soberanos, tienen instituciones, que son las que están a cargo de mantener la ley y el orden dentro del territorio y tienen el monopolio de los medios de violencia.
Es decir, todos nos comprometemos a vivir en sociedad resignando en cierto grado nuestra libertad y a cumplir con ciertas normas a fin de que el Estado nos garantice, principalmente, la seguridad.
Con el paso del tiempo y el progreso de los Estados, éstos han ido ampliando sus obligaciones en categorías tales como salud y educación.
El surgimiento del “linchamiento” en este contexto es una involución hacia la etapa primitiva del hombre, donde predominan el caos, el estado de guerra permanente y la inseguridad.
En la etapa primitiva, la manada se defiende ante las amenazas. Esta es guiada por la pulsión de supervivencia. Es la única alternativa que tiene para garantizar su vida y proteger sus bienes. Sus integrantes no son ni buenos ni malos, sólo actúan instintivamente.
Este pasaje hacia la etapa primitiva que hoy vemos se debe a la fuerte crisis de autoridad en la que nuestro país está inmerso. Las instituciones del Estado no cumplen con sus funciones básicas.
Un pequeño botón de muestra de ello es que las fuerzas policiales no son efectivas para actuar en contra de las personas que atentan contra el orden social, y la Justicia no es efectiva en penar a quienes infringen las normas.
Concretamente, el Estado no está cumpliendo con su función básica de brindar seguridad a sus ciudadanos.
A esta situación de anomia, generada por un Estado que se ha replegado de sus funciones, y a la ruptura del contrato social se debe agregar el aspecto moral.
En el sentido de la falta de límites, los abusos, la inoperancia y la desidia por parte de quienes dirigen el Estado y sus instituciones generan un hartazgo en la sociedad.
El resultado de esta combinación de anomia y crisis moral es la violencia social.
Será tarea de los próximos gobiernos recuperar el sentido del contrato social con un Estado que garantice la paz y la seguridad, bases para el progreso y el desarrollo de una sociedad.
*Politólogo.