Por supuesto que lo dijo en chiste. Lo más probable, sin embargo, es que John McCain, que a la par de republicano es rústico, ignore lo que el Dr. Freud ha postulado a propósito de los chistes. “Era una broma”, se apuró a alivianar el candidato, en ese estilo de humorismo político imprudente que Berlusconi ejerce con maestría. “Era una broma”, adujo y minimizó, como queriendo decir: “Era mentira”; pero pareció no sospechar la carga de verdad que los chistes portan siempre en su interior, como si fuese una carga de explosivos lista para ser detonada.
Dijo un chiste, sí, pero ¿el chiste qué decía? Lo consultaron a McCain por el aumento de las exportaciones de los Estados Unidos a Irán, país al que probablemente él trate de arrasar a sangre y fuego en el caso de ser elegido presidente. Más en concreto, lo consultaron por el incremento en diez veces de la exportación de cigarrillos. En plan stand up, McCain remató con gracia: “Es una manera de matarlos”.
En su cabeza sonaron risas grabadas. Era una broma. Una broma, es decir, una mentira. Pero en esa broma, en esa mentira, habita una verdad. ¿En la palabra “matar”? No, en la palabra “manera”. Matar ya se sabe que matan. Matan a bombazos, a misilazos, a morterazos, a cohetazos. Pero McCain, candidato a presidente de los Estados Unidos por el Partido Republicano, parece estar considerando otra “manera”: la infiltración sigilosa, a la manera de la guerra de guerrilla con sus focos; la diseminación imperceptible de venenos letales, a la manera del terrorismo islámico con el ántrax; la invasión invisible que produce y destruye adictos, a la manera de Pablo Escobar Gaviria con el tráfico de drogas.
Es un gracioso este John McCain: lo dijo en chiste. Pero lo dijo.