¿Se puede medir el peso del alma? Algunos científicos arriesgan una respuesta y aseguran que sí, que pesa 21 gramos. El último viernes, en el estadio Castelao de Fortaleza, en Ceará, había 60.342 espectadores, principalmente hinchas de Brasil, ansiosos hasta el paroxismo por alentar con toda el alma a su equipo durante el partido por los cuartos de final que el local ganó por 2 a 1 frente a Colombia y lo llevó directo a la semifinal contra Alemania.
La cuenta es simple. Basta multiplicar esa cantidad de espectadores por 21 para obtener el peso “extra” que bajaba desde las tribunas del Castelao. Y era el conjunto de Luis Felipe Scolari el que debía soportar sobre sus espaldas la mayor parte de ese peso: 1.267 kilos de pura alma. Los cálculos oficiales estiman que al menos dos tercios de los espectadores eran brasileños. Siendo así, fueron 845 kilos los que llevaban encima, eso significa un total de 77 kilos o más por cada uno de los 11 titulares de la selección “verdeamarela”.
Esta podría ser considerada una cuenta absurda, una teoría descabellada, pero también resulta absolutamente gráfica para entender lo que significa eso que llaman presión. Porque si en esta Copa del Mundo existe presión, los jugadores brasileños la conocen como nadie. De ahí las lágrimas de algunos referentes del equipo antes y después de la definición por penales frente a Chile, por ejemplo.
¿Alguien puede imaginar lo que se siente teniendo que jugar un partido de fútbol con el equivalente a otra persona sobre los hombros? Eso sin contar las derivaciones políticas que demostró tener un triunfo o una derrota. Sin ir más lejos, las últimas encuestas de opinión publicadas luego de las primeras victorias de Brasil mostraron una mejora de la imagen de la presidenta Dilma Rousseff de entre 4 y 5 puntos. Una vez más, demasiada responsabilidad, demasiada presión para soportar.
Con Neymar fuera del Mundial debido a la fractura de una vértebra lumbar y el capitán del equipo (Thiago Silva) suspendido, los pronósticos para enfrentar el martes a Alemania no son los mejores.
Y todo lo que hoy se insinuaba como una fiesta puede convertirse en pesadilla si sobreviene una derrota. Más aún considerando el exitismo brasileño. Un exitismo todavía superior al de los argentinos. En Brasil no existe el término medio. Se pasa de idolatrar absurdamente a defenestrar injustamente en menos de dos horas, el tiempo que puede durar un partido. Los mejores del mundo de hoy pueden convertirse en los peores de mañana.
Así las cosas, y por increíble que parezca, la lesión de Neymar puede llegar a ser un beneficio para Brasil. Suena a locura, ¿verdad? Sucede que con su máximo ídolo fuera del equipo, convaleciente y atravesando un momento casi trágico, la presión comenzó a ceder. Lo que hasta hoy era una obligación (ganar el Mundial) ahora puede considerarse una proeza. Y con la presión cediendo, aparece el aliento. Es que el peso de las almas presionando aplasta y se convierte en un obstáculo, mientras que el aliento empuja para adelante. Existe una diferencia sutil, casi imperceptible, entre una cosa y otra. Una pequeña diferencia que, como en todos los órdenes de la vida, puede separar el fracaso de la gloria.
*Corresponsal en Brasil.