En sus films Entre los olivos y Copia certificada, Abbas Kiarostami aborda el amor. En el primero, en una pequeña población del campo iraní, un equipo de filmación escoge a dos jóvenes, un chico y una chica, para participar en el rodaje. El chico está perdidamente enamorado de la chica, pero el padre de ella no autoriza la boda porque el joven carece de una propiedad. Debido a que en la zona un terremoto devastó los poblados, el joven especula con el hecho de que como nadie conserva su casa todos están en su misma condición. El problema de clase que obstaculizaba su relación ha sido solventado gracias al apoyo espontáneo de la naturaleza. En una sociedad rural, aferrada a normas ancestrales pero con una concepción del amor que llega de extramuros, los dos jóvenes son reclutados para actuar en la película como pareja, dándole al chico una posición de ventaja para alcanzar su fin sentimental.
Durante un descanso en el rodaje, luego de filmar la escena en la que le recrimina a la chica, de malas formas y alzando la voz, su incapacidad para las labores de la casa, el chico le dice: “Quiero dejar claro que de casarnos, esto no sería así. No soy yo quien reclama, éste es el personaje que debo interpretar. Pero quiero que estés segura, nunca sería tan irresponsable. Yo haría todo en casa y tú estudiarías”. Está claro que esta visión viene de Occidente a través de quienes filtran su existencia en los medios locales.
Kiarostami vuelve a abordar el tema años después, pero desde una perspectiva inesperada. Sus personajes son europeos y el escenario donde transcurre su historia es un pueblo de la Toscana. Durante una hora y media, la actriz Juliette Binoche y el barítono William Shimell dialogan a través de dos personajes que cruzan una jornada completa, entre dos pueblos toscanos, para dar cuenta del estado de los sentimientos de una pareja de edad intermedia en el escenario europeo actual. El es escritor y pasa la mayor parte del tiempo en Londres; ella posee una pequeña galería en uno de los pueblos en que transcurre la acción de la película donde vive con el hijo adolescente de ambos. La película cuenta la imposibilidad de compatibilizar los intereses afectivos y profesionales de ambos personajes después de más de tres lustros de matrimonio. Ella, en un acto de entrega, intenta deponer las diferencias y buscar una y otra vez intersecciones desde las que inyectar vida y pasión a la pareja, en tanto que él lucha entre el deseo aún latente y su pulsión por dar protagonismo a su individualidad, que anula todo acercamiento. En un momento de la película de Kiarostami, el personaje que interpreta Juliette Binoche cuenta la relación de profundo amor de su hermana con el marido tartamudo, que cuando se dirige a ella le dice “Ma-Ma-Marie”. A su hermana, según nos cuenta la protagonista, le fascina el modo en el que su marido la llama. Sutilmente, con esta anécdota ingenua y simple, Kiarostami nos marca la clave de un amor al que no pueden acceder sus personajes: la diferencia, incluso la de una patología, sirve para incorporar al otro a la vida propia y así concebir una relación posible, construir el amor. Hacer el amor y no su fantasma, el “producto” que circula en el mercado y desde el cual pretendemos redimir todas las demás frustraciones. Un amor que linda con la perfección, con la idea que de él se construye.
Desde esta perspectiva, la imagen del amor que nos llega es como un free sample, una muestra gratis que viene adherida a la tapa de una revista. ¿Quién no está dispuesto a consumir esa clase de amor? El problema es que no se vende. Hay que hacerlo y pocos están dispuestos a fusionar sus componentes existenciales con los de un semejante. Se ignora al Sartre que afirmaba que solo existimos en la mirada de los demás para reivindicar al que definió a los otros como el infierno. Será porque nuestra cultura nació en el paraíso cristiano con una experiencia amorosa poco feliz.
*Escritor y periodista.