La “defensa de las instituciones” que está haciendo la UCR en torno a los, ya tristemente célebres dos DNU que firmó la Presidenta de la Nación, usando reservas del Banco Central para constituir un Fondo el primero, y destituyendo al presidente de dicha entidad por no constituirlo, el segundo, me recuerda un viejo chiste sobre la ética.
Un niño le pregunta a su padre:
—¿Papá qué es la ética? –Y el padre decide responder con un ejemplo:
—Mirá hijo, vos sabés que con el tío somos socios en un negocio de ropa. Bueno, supongamos que entra un cliente a comprar un par de medias que vale diez pesos. Se confunde, y en lugar de pagarme con un billete de 10 me da un billete de 100 y se va del local. Bueno, ética es… ¿Le cuento o no le cuento al tío?
Me explico. La cúpula de la UCR visitó, en su momento, al presidente del Banco Central para plantearle que no debía constituir el Fondo del Bicentenario. Que eso sería un delito, por violar la Carta Orgánica del Banco Central que establece, claramente, que sólo el Congreso de la Nación puede autorizar al presidente del BCRA a apartarse de lo establecido en dicho estatuto.
Asimismo, la Carta Orgánica indica que un presidente del Banco Central sólo puede ser removido de su cargo por mal desempeño de sus funciones o algún delito grave, previo consejo de una comisión bicameral del Congreso. Lo importante en esta cuestión no es el “consejo”, sino el “mal desempeño”. Pero sucede que, ahora, la UCR le propone al Ejecutivo una “negociación”. “Llamá a extraordinarias, reformulamos el DNU de las reservas y aceptamos que despidas a Redrado”.
En este caso no vale el “paso y quiero” del truco. Ambos DNU están íntimamente ligados. Porque el DNU de destitución de Redrado alega que el “mal desempeño” fue, precisamente, no obedecer lo establecido por el otro DNU que fue, justamente, lo que le pidió la UCR a Redrado que hiciera. Defender la autarquía institucional del Banco Central (las razones de dicha independencia ya las expliqué extensamente en columnas anteriores), no es defender un artículo de la Carta Orgánica y “cacarearse” en otro. Eso es una extraña definición de “defensa de las instituciones”. Tan extraña como la definición de “ética” del chiste. Los dos DNU están viciados de nulidad. El primero, porque viola el artículo 3 de la Carta Orgánica del Banco Central. El segundo, porque viola el artículo 9 de la misma.
Lo que la UCR propone no es una “salida política”, lo que propone es una “violación a medias”. Dicho sea de paso, la UCR ya tiene antecedentes al respecto, cuando apoyó la destitución, en 2001, de otro presidente del Banco Central, aunque, en ese caso, “inventó” cargos de mal desempeño.
Si no quieren que Redrado siga siendo presidente del Banco Central, les guste o no les guste a la Presidenta o a la UCR, o prueban una causa seria de mal desempeño, o negocian su renuncia. No hay otra “salida política” si se quiere, a la vez, respetar las instituciones.
En el fondo, lo que se está negociando entre el kirchnerismo y la UCR es cuántas reservas va a usar Kirchner hasta el final de su mandato para financiar el gasto, y cuánto les va a dejar a sus eventuales sucesores.
En efecto, Kirchner quiere disponer de las “reservas excedentes”, hoy unos US$ 18 mil millones, pero pueden ser más, para financiar el explosivo sendero de gasto público que armó en los últimos años y llegar al final de su mandato con poder y alguna remota chance de renovarlo. La UCR le responde, negociemos. “Te autorizamos a usar 6.500 este año, pero el resto no, dejanos algo para nosotros”.
Kirchner quiere usar las reservas que son “inflación pasada” porque se compraron con emisión. Y la UCR querría que se usara “inflación futura”, y endeudamiento con el sistema bancario. La negociación, entonces, es un mix. Un poco de inflación pasada (reservas acumuladas) y un poco de inflación futura (emisión y uso de la liquidez excedente de la banca comercial). Obviamente, a mayor inflación menor chance de ganar elecciones, de allí que el kirchnerismo se resiste a este planteo.
Obviamente, también, que la alternativa más razonable, desarmar la bomba de tiempo del gasto que preparó el populismo K, no aparece en el horizonte de la negociación. Sin embargo, sería la opción más razonable. Todavía estamos a tiempo, sin tener que recurrir a un ajuste violento o a la “solución Chávez”.